Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
58 – Primavera 2020
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Traull seguía mirando cómo rompían las olas. El joven sylviliano, de 21 años, podía permanecer durante días sentado en la playa observando los movimientos del mar. Desde pequeño se sintió embaucado por el gran azul. Siempre soñó poder cabalgar sobre el oleaje, dominando su fuerza y dirigiendo su rumbo.
Traull era querido por todos. Siempre dispuesto a echar una mano allí donde hiciera falta. Por muy nublada que amaneciera la mañana, en su rostro aparecía dibujada una sonrisa capaz de alegrar las tristezas más amargas. No sólo derrochaba entusiasmo y ganas de vivir, sino que contagiaba ese júbilo por disfrutar cada instante que nos regala la vida.
Un caluroso día, cuando el alba aún no había decidido mostrarse al mundo, Traull permanecía sentado sobre la arena con la única compañía de su inseparable tabla. La cogía con mimo, con suavidad, como una madre mece a su recién nacido. Dos ciclos solares atrás, había tenido la que, sin lugar a dudas, sería la mejor idea de su vida. Después de años de contemplar las olas, llegó a la conclusión de que para cabalgar sobre ellas necesitaría algo que flotara y que le permitiera ponerse en pie. Así que, sin pensárselo dos veces, corrió hasta su casa y entró en una habitación que utilizaban para almacenar muebles y enseres inservibles. Allí, en una esquina, soportando el peso de una tejedora y varios capazos de herramientas oxidadas, había una mesa alargada de pequeñas dimensiones. Traull apartó todo lo que se apilaba sobre ella y le quitó las cuatro patas. Luego salió con la madera pasando por delante de sus padres, que lo miraron con extrañeza, y se dirigió a la playa. Con ayuda de una sierra y piedras afiladas que le servían para lijar, fue cortando y raspando el tablón hasta darle en sus extremos la curvatura deseada. Después de tantos años analizando los movimientos del mar sabía perfectamente qué forma debía tener aquella tabla para lograr su cometido. Una vez la hubo terminado, la echó al mar para comprobar con satisfacción que flotaba y soportaba el envite de las olas. Entonces, con la valentía que su juventud le aportaba, se recostó sobre el tablero y comenzó a nadar mar adentro desafiando las imponentes olas del Mar de Sylvilia. El reino del viento poseía las mareas más vivas de todo Mundo Conocido. Ondas marinas capaces de hacer temblar al más experto pescador, pero que no evitaron que Traull sonriera envalentonado sobre su tabla. Luego, sólo tuvo que dejarse llevar y esperar a que el oleaje hiciera el resto.
Desde ese día no faltó nunca a su cita matinal. Sus familiares, amigos y vecinos se agolpaban a menudo en la playa para ver al joven desafiar al mar más enfurecido. Una y otra vez, Traull surcaba las olas más temibles a lomos de su tabla, erigiéndose señor de un mundo de diversión y deleite. Cuando caía, se levantaba y buscaba de nuevo el empuje del agua para poder volver a ponerse en pie. Nunca desistía. Siempre incansable, con valor, tesón, coraje. Orgulloso de lo que hacía y sabedor de que no hay nada más gratificante en la vida que hacer realidad los sueños.
Pero el destino no siempre depara alegrías...
Hace unos días, el joven Traull hizo frente a su última batalla. Sin miedo y con la valentía que siempre albergó su maltrecho corazón, se despidió de sus padres, de sus familiares y de sus amigos, para acometer una peligrosa aventura que no tuvo el final esperado. En nuestro recuerdo quedará por siempre su sonrisa, su amabilidad, su disposición...
Dicen los pescadores que faenan las aguas de Mundo Conocido, que en el cielo ha aparecido una estrella que brilla más que Dalurne y que ilumina la superficie del mar cada noche, mostrando la silueta de una tabla que flota a la deriva esperando que Traull regrese para así, juntos de nuevo, cabalgar una vez más sobre las olas...