Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 58 – Primavera 2020
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

 

Hace muchos años, allá por el siglo III de nuestra era, en un país del Oriente Próximo, Siria, y en su desierto, existía una próspera e independiente ciudad árabe que, no obstante, le rendía vasallaje a Roma: Palmira.

Su rey, Septimio Odenato, tomó partido a favor de los romanos en sus luchas contra los persas, siendo una importante ayuda para aquéllos en la expansión del Imperio Romano.

En el año 267 d. C., junto con su hijo mayor fueron asesinados, quedando como sucesor del reino su hijo menor, Vabalato, que contaba con sólo un año de edad, por lo que gobernó, como reina regente, su madre, Zenobia.

Zenobia era una mujer muy prudente y en un principio no quiso enemistarse con Roma, cuyo emperador, Aureliano, había reconocido como legítimo rey al pequeño Vabalato y la regencia de su madre. Pero al poco tiempo, y aprovechando las disputas internas que mantenían los romanos por el liderazgo del imperio, Zenobia se rebeló contra Roma y creó el suyo propio, el efímero Imperio de Palmira, que duró tan sólo cuatro años, desde 268 hasta 272 d. C. Pero a pesar del corto período de tiempo de su reinado, Zenobia demostró una gran fortaleza y unas fuertes agallas al frente del mismo. Fortificó y embelleció la ciudad de Palmira con magníficos monumentos, edificios públicos y templos, haciendo de ella la capital del imperio.

Como prueba de su carácter, sabemos que dirigía personalmente su poderoso ejército, que era una excelente jinete y se la llegó a conocer como la «reina guerrera del Este».

Su audacia y temeridad la llevó a invadir Egipto, que estaba bajo la autoridad de Roma, provocando así la ira del emperador Aureliano, que marchó a la reconquista de Egipto y derrotó a las tropas de Zenobia en Emesa, obligándola a retirarse y refugiarse en Palmira, donde trató de resistir el asedio a que fue sometida la ciudad por el ejército romano, que consiguió vencer la resistencia de los sitiados. Zenobia y su hijo Vabalato huyeron de la ciudad, pero fueron capturados y llevados a Roma prisioneros por orden del emperador, que, según cuenta la leyenda, la llevó atada con unas cadenas de oro. No obstante no existe certeza total de cuál fue el destino final de Zenobia, y existen varias teorías que van desde que falleció por enfermedad, fue decapitada o que incluso vivió felizmente en Roma protegida por el emperador Aureliano, que había quedado impresionado por ella, convirtiéndose en filósofa destacada de la alta sociedad.

Zenobia dejó escrita para la historia una valiente y audaz página de fuerza y valentía, de sabiduría y cultura, en un mundo dominado por los hombres, militares impenitentes que hacían de la guerra su forma de vida.

Pasaron los años, pasaron los siglos, y en la segunda mitad de nuestro cercano siglo XIX, en nuestro país, España, se inicia un agitado período político dando lugar al denominado sexenio revolucionario que destrona, a través de un pronunciamiento militar, a la reina Isabel II, aboliendo la monarquía y proclamando las Cortes, el 11 de febrero de 1873, la República como forma de gobierno, instaurando en junio de ese mismo año la República Federal, dando inicio al que se ha dado en llamar «movimiento cantonalista».

Las gentes de Torrevieja ya por aquellas fechas poseían un talante abierto y progresista debido al permanente contacto con el exterior, favorecido principalmente por el trasiego de ciudadanos procedentes de los más diversos lugares, muchos de ellos extranjeros, que proporcionaba el comercio marítimo de la sal que se extraía de sus salinas, y que junto con la pesca y el contrabando conformaban la base principal de la economía torrevejense.


Torrevieja fue uno de los principales focos de la ideología democrática; por eso, al conocerse la noticia de la proclamación de la República, se producen dos situaciones encontradas: por un lado, un gran desconcierto en los ambientes monárquicos, y por otro, un gran entusiasmo entre los numerosos republicanos de la villa.

El pueblo enardecido se echa a la calle para, con las armas en la mano, exigir el cese del Ayuntamiento monárquico y tomar el poder municipal, constituyéndose a tal fin en una Junta Revolucionaria que sería la encargada de dirigir, a partir de ese momento, los destinos del pueblo. Este hecho no es aceptado por la Corporación defenestrada, que, reunida en sesión extraordinaria el 13 de febrero, y alegando que habían sido elegidos legítimamente por el pueblo al que representan, se mantienen a la espera de que la situación se restablezca a su estado anterior. Entre tanto, la Junta Revolucionaria actuaba ya como depositaria del poder municipal. El 16 de febrero, tan sólo tres días después, se recibe la orden de las autoridades republicanas de la nación de disolver la Junta Revolucionaria de Torrevieja, por lo que la actuación de los junteros en el Ayuntamiento no fue más allá de cuatro días, aunque las consecuencias de estos actos tuvieron una gran trascendencia en el devenir de los hechos que a continuación se produjeron en el municipio.

El movimiento revolucionario cantonalista se inicia en España el 1 de julio de 1873, y Torrevieja es el primer municipio de la región valenciana en adherirse a la revolución cantonal, declarándose cantón independiente el 19 de julio de 1873; y aquí aparece Concha Boracino como líder del mismo. Este hecho, el que al frente del movimiento se ponga una mujer, es totalmente singular e inusual para la época en que se vive, dominada en todos los aspectos políticos, sociales y económicos por los hombres, por lo que podemos considerarla una precursora del feminismo en España por derecho propio.

Concha Boracino procedía de una familia genovesa de comerciantes y marinos, por lo tanto de una familia burguesa pero con firmes convicciones republicanas. Recibió una educación liberal que no era la propia de las dadas a las mujeres de su época, y si añadimos a todo esto que contrajo matrimonio con Tomás Parodi, otro genovés asentado en Torrevieja mucho antes que los Boracino, activo militante republicano-federal, podemos llegar a comprender el porqué de la aventura político-revolucionaria a la que se abocó nuestra protagonista.

Concha Boracino tenía un fuerte carácter y una autoridad tan peculiar que la hacía liderar la presidencia del Cantón de Torrevieja sin dificultades ni objeciones por parte de los componentes de la Junta, formada en su totalidad por hombres.

La paralización de las salinas decretada por los revolucionarios, la abolición de los derechos aduaneros en nombre de la libertad de comercio y el aislamiento al que se veía sometida por los pueblos de su alrededor, mayoritariamente de carácter conservador, unidos a otros condicionamientos políticos provinciales y nacionales, hicieron a la Junta tomar la decisión de solicitar su incorporación al Cantón murciano, cuyo foco más activo se encontraba en la cercana ciudad de Cartagena.

El día 20 de julio zarpa desde Cartagena con destino a Alicante, una expedición mandada por Antonio Gálvez Arce, Antonete, diputado a Cortes por Murcia y comandante general de las tropas del Cantón murciano, que, tras la incursión alicantina, dos días después, a su regreso a Cartagena, decide hacer escala en Torrevieja para conocer personalmente a su Junta revolucionaria, que unos días antes había solicitado su incorporación al Cantón de Cartagena, y principalmente a su líder, la carismática Concha Boracino.

Antonete es recibido en el puerto de Torrevieja con los honores propios de un héroe por Concha, la Junta revolucionaria y el pueblo en pleno a los sones de la banda municipal de música, y allí mismo ya se dirigió al pueblo en una arenga que fue fuertemente ovacionada por todos los congregados. Seguidamente, en procesión civil, se dirigieron al Ayuntamiento para formalizar la incorporación de Torrevieja al Cantón murciano, segregándose en consecuencia de la provincia de Alicante. Allí, junto con la presidenta Concha Boracino, de nuevo se dirigió al pueblo, que, enfervorecido, no cesaba de aplaudirlos con gritos de vivas a la libertad, a la República, a Antonete Gálvez y a doña Concha especialmente.

Como podemos ver, la aventura cantonal torrevejense no duró más que cuatro días, cuatro intensos días, en los que una mujer llevó las riendas de las actuaciones con firmeza y sin dar un paso atrás, con valentía e ilusión, con trabajo y sabiendo el riesgo que corría si la experiencia cantonal no llegaba a buen fin, y tanto es así que tan sólo dos días después de la visita de Gálvez a Torrevieja, éste es detenido dando lugar al declive definitivo del Cantón murciano.

Concha Boracino salió de Torrevieja, para salvaguardar su vida, con un destino incierto. De ella nunca más se supo, no se tuvieron noticias del lugar al que arribó, ni a qué dedicó el resto de su vida, ni tampoco cuándo y dónde murió; simplemente desapareció.

Podemos observar tras la lectura de los datos mencionados anteriormente que, a pesar de las distancias temporales y físicas entre ambas mujeres, Zenobia y Concha Boracino, se dan ciertos paralelismos que me han resultado curiosos y, por qué no decirlo, realmente fascinantes.

1. Mujeres de mediana edad que viven en una sociedad dominada por los hombres.

2. En un momento determinado de sus vidas, tras su viudedad, salen del segundo plano y toman las riendas para alcanzar objetivos ambiciosos.

3. Líderes natas que no son cuestionadas por los hombres, a quienes dirigen con mano firme y valiente.

4. Proyectos alcanzados pero de vida efímera; cuatro años en el caso de Zenobia (Imperio de Palmira) y cuatro días en el caso de Concha Boracino (Cantón de Torrevieja).

5. Finalizan sus aventuras derrotadas y con grave riesgo para su integridad.

6. Se desconoce el destino final de sus vidas.

Y ahora, lanzo una propuesta por la que me podrán llamar lunático, loco o chiflado; pero no es así, yo sólo quiero pensar que soy un romántico.

Mi propuesta es que las autoridades municipales torrevejenses iniciaran un procedimiento, con el fin de conocer la viabilidad de formalizar un hermanamiento entre las ciudades de Palmira, o los restos que de ella quedan, y nuestra ciudad de Torrevieja, para honrar la memoria de dos mujeres que soñaron con una sociedad distinta, en la que la diferencia entre sexos no fuera óbice para alcanzar un mundo más justo, aun a costa de exponer en el empeño sus propias vidas.

Pues ahí queda dicho.

 

Torrevieja, 22 de marzo de 2020

al 8º día de confinamiento obligatorio decretado

por el Gobierno de España

a causa de la pandemia del COVID-19