Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 57 – Invierno 2020
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

 

Verdaderamente es el invierno la estación del año que menos me gusta. Pero como todo tiene su lado positivo, voy a tratar de buscarlo.

El día 21 de diciembre asistimos, como cada año, al solsticio de invierno. Ya desde el día 13, fiesta de Santa Lucía, empezaron a alargar los días, pero es a partir del 21 cuando es totalmente perceptible, sobre todo durante las tardes, que comienzan a tener un poquito más de luz. Este sencillo hecho es, para las gentes del sur, un motivo de alegría y optimismo. Sencillamente intuimos que pronto, muy pronto, nos encontraremos en la estación más hermosa del año: la primavera.

Ya estamos en enero, por tanto hemos dejado atrás la barrera del mes de diciembre. Comenzamos dicho mes a finales de noviembre. Con la Ofrenda a la Purísima (en nuestro pueblo) y la instalación del Belén; seguimos con el encendido del árbol, llegado desde los bosques suecos, el primer domingo de Adviento; y van siguiendo celebraciones, conciertos, cenas, comidas y pare usted de contar. Pero por fin hemos llegado hasta los Reyes, que es el broche final y la más bonita de todas las fiestas, porque comporta la ilusión de los niños. Ha sido casi mes y medio, y no dudo que para algunas personas resultarán días de lo más agradable y divertido, pero para otras... Ya ha pasado, y éste es otro punto positivo.

Estoy escribiendo el día 6 de enero por la tarde. Ha hecho un día precioso, bien de mañana. Casi despertando el día he paseado por el Acequión hasta los Náufragos. Paz, silencio y mar en calma. Comienzan las calmas de enero, que nos traerán días apacibles y noches de estrellas y alta luna.

Y en relación con las noches de enero, voy a transcribir un precioso pasaje de Platero y yo, de Juan Ramón Jiménez. Por esta vez, me voy a permitir la licencia de transcribirlo completo; no es muy largo, se titula «Noche pura».

Las almenadas azoteas blancas se cortan secamente sobre el alegre cielo azul, gélido y estrellado. El norte silencioso acaricia, vivo, con su pura agudeza.

Todos creen que tienen frío y se esconden en las casas y las cierran. Nosotros, Platero, vamos a ir despacio, tú con tu lana y con mi manta, yo con mi alma, por el limpio pueblo solitario.

¡Qué fuerza de adentro me eleva, cual si fuese yo una torre de piedra tosca con remate de plata libre! ¡Mira cuánta estrella! De tantas como son marean. Se diría el cielo un mundo de niños; que le están rezando a la tierra un encendido rosario de amor ideal.

¡Platero, Platero! Diera yo toda mi vida y anhelara que tú quisieras dar la tuya, por la pureza de esta alta noche de enero, sola, clara y dura.