Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
56 – Otoño 2019
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

¿Soy una finolis? Pido las cosas por favor, doy las gracias y hasta pido perdón. Respeto a las personas y sus inclinaciones.
Y no entiendo al mundo. A ese señor que, en la calle, arroja con fuerza todo lo que no ha vaciado por la nariz y me obliga a dar un salto para evitar que me caiga encima. No entiendo a esa señora que, mientras zampa, hace partícipe al resto de los comensales de sus dificultades para ir al baño. Tampoco entiendo a la niña que me rompe el tímpano, mientras su mamá parece decir: «¡Qué bien se lo pasa mi nena, que chilla tanto!». No entiendo por qué gente que no conozco me da a conocer su vida privada. Ni entiendo qué gracia le hace al dueño del perro, cuando me chupetea y me deja sus huellas en el pantalón blanco. ¿Y qué decir de las preferencias de paso? No entiendo quién tiene la preferencia de paso: ¿el anciano, la mujer, los niños, el hombre (por eso de la igualdad de sexos)? ¿O quizá tenga la preferencia el más soberbio? Empiezo a pensarlo, según lo ocurrido el otro día.
A pesar de mi respeto por la persona y sus inclinaciones, ese día tiré con bala. Desde entonces, no he dejado de cuestionarme, me lo reprocho.
En el paso de peatones, miré alrededor y, como no había peatones, seguí. Pero tuve que pararme a un tercio de sobrepasarlo, porque venían coches por mi derecha. Mientras cedía el paso a los coches, los peatones pasaban detrás de mí sin problema, hasta que llegó el soberbio. Se empeñó en pasar por delante, pero como no podía por la circulación de los coches de mi derecha, empezó a insultarme a gritos. Yo intenté razonarle, pero sin éxito; más bien él se envalentonaba ante los razonamientos y disculpas de una «finolis» y, gritando más, aporreaba mi coche con fuerza. Llegó un momento en que no pude contenerme y le contesté: «¡Coño! ¡Ya vale, maricón de mierda!». Se oyó el silencio.