¿Adónde vas, peregrino? ¿Qué sueños

te impulsan con tanta ansiedad?

¿Encontrar las rutas, hollar los senderos

de todas las almas benditas de ayer?

Transitar parajes, ascender colinas,

vadear tantos ríos y miles de arroyos,

beber de esa agua cristalina y pura,

jugar con las piedras, las de mil colores,

ésas que en los libros con asombro ves.

Perderte mil veces entre la espesura.

Escuchar las aves, sus distintos trinos.

Sortear las vertientes, sentarte a su vera.

Trepar el Vesubio, recordar sucesos,

encontrar cenizas, escombros quizás.

Si entra en erupción, ¡qué felicidad!

No tomas en cuenta la lava mortal.

Observas y oyes con mucha atención

tronar de cascadas, rugidos, chillidos.

Te asombran castillos con grandes murallas.

Visitas museos, miles de esculturas.

Encuentras pinturas, muchísimas obras

que fueron plasmadas por grandes de ayer.

Y en algún instante sumido en ensueños,

tu mente recrea, ¡qué grandiosidad!

Muchos son los seres que ayer visitaron

la bendita tierra que transitas hoy.

Al igual que tú quedaron pasmados

al ver la grandeza de la Creación.

Con la emoción que irradia del Ser

vertieron entonces toda inspiración

en notas, acordes, pinturas, tallados,

labrando la historia de la humanidad.

Sigue, peregrino, tu andar no detengas,

el mundo es inmenso, hay mucho por ver.

Prosigue siempre, caminante eterno,

prosigue y sueña en un mundo mejor,

aquél que soñaron tus antepasados,

que quizás, un día, sería el Edén...