Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
7 – Verano 2007
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

VUELTA A EMPEZAR
Por aquel entonces, don Marcial era un hombre muy elegante y chapado a la antigua. Su juventud, difícil como la de tantos otros, fue un rosario de caídas y puestas en pie, pero su capacidad era una bendición y levantó un verdadero imperio.
Viudo, y con hijos que le dirigían la empresa, vivía solo y daba largos paseos por la orilla del río. A mí, un muchacho inquieto, me gustaba conversar con él y aprender de las cosas que me decía. Una de las que me marcaron fue un refrán de su Murcia querida: «Al viejo y al bancal, lo que les puedas sacar». Y qué razón llevaba ese buen hombre. Él siempre estaba solo; las visitas de sus hijos, contadas; pero, para lo demás, sí interesaba el viejo.
Cuando murió me sentí muy apenado. Yo ahora tengo su edad y paseo como hacía él, por donde él paseaba, y también las visitas son contadas.
UN LUGAR VACÍO
De repente todos se callaron. Salió al centro del salón y, poniéndose delante de la chimenea, señaló una silla vacía y dijo:
—¿No lo veis? Ahí está sentado, os está escuchando aunque estéis en silencio, se preocupa por vosotros cuando os sentís apenados, nunca os dejará solos, siempre estará a vuestro lado, sufrirá cuando sufráis, y se alegrará cuando tú alegres al que te acompaña.
Por la cara de Clara rodó una lágrima. Al salir de su casa, por la tarde, discutió con su madre por una tontería, y se fue pensando que no le volvería a dirigir la palabra; pero las palabras de Mariano la hicieron recapacitar, y pensó que si un hombre muerto en una cruz hacía dos mil años podía hacer eso, qué no podría hacer y sentir la que lo había llevado nueve meses dentro. Lo cierto es que Clara suspiró y quedó en paz con las palabras de Mariano.