Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 52 – Otoño 2018
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

 

Señor bajito y gordito: ¡Buenos días!

Señor alto y delgado: ¡Buenas noches!

—¿Cómo dice, señor?

—¿Como digo, qué?

—¡Hombre!; le saludo educadamente con un buenos días, porque es de día. Y usted me sale con un buenas noches.

—Naturalmente. Le respondo buenas noches, porque para mí sólo existe la noche.

—Eso significa que es usted un juerguista de tomo y lomo; mal asunto.

—No, señor mío. Mi vida es la noche porque yo soy el Conde Drácula. A su disposición para lo que desee.

—Además, drogadicto, ¿no? ¿Me toma por imbécil, señor? No estoy para tonterías.

—Perdone; nada más lejos de mis intenciones que tomarle el pelo.

—Pues lo parece. Hable con seriedad, por favor. No me venga con historias de dráculas.

—Ya; si soy un desgraciado. He cumplido los trescientos años esta madrugada y he de soportar que nadie me tome en serio. ¡Con lo que yo he sido! Con sólo verme temblaban de terror y salían disparados para su casa. ¡Lo que es la edad!...

—No me diga que es verdad. ¿Es usted el Conde Drácula?

—Se lo juro. Soy yo mismo. Sin trampa ni cartón. Mire mi carnet de identidad. (Lo muestra). Ya está muy estropeado, son tantos años...

—Comprenderá mis dudas. No es frecuente encontrarse con usted en la parada del autobús.

—La crisis, hijo, que me ha cogido de pleno.

—Perdone; pero es difícil creer que con tantas propiedades, lo pase usted tan mal.

—¿De qué me valen? Está mi condado deshabitado. Todos se han tenido que marchar porque no hay trabajo. Allí sólo quedan cuatro viejos con la sangre hecha polvo. Diabetes, tensión alta, ácido úrico, problemas de riñón... Si sigo sorbiendo su sangre, acaban conmigo. Al final me he visto obligado a emigrar, como todos.

—Pues yo no lo veo mal. Además, observo que puede usted soportar el sol. Antes se desintegraba, que lo he visto en las películas.

—Es la metamorfosis que estoy sufriendo, por la degradación de la sangre que estoy tomando. Si sigue la cosa así, acabaré en el panteón familiar para siempre jamás. ¡No me afectan ya ni los ajos!

—¡Ánimo, hombre! Todo acaba solucionándose, tarde o temprano.

—Sí. Pero como tarde mucho, tengo el futuro más negro que la camisa de un fogonero.

—Usted no puede desaparecer así como así. Se ha convertido en patrimonio de la humanidad. La UNESCO tiene que acabar con sus problemas alimenticios. Yo mismo, si no tomara seis pastillas diarias para el colesterol, la circulación, el corazón, la tensión, el párkinson y la incontinencia urinaria, le dejaba darme un mordisquito en el cuello para que tomara un aperitivo.

—¿Ve lo que le digo? Esto es un asco. Antes la vida era más corta. Pero cogías un cuello y lo exprimías sin problemas. Hoy pego una chupadita y la diarrea me mata.

—¿Sabe lo que le digo?; que ahora mismo nos vamos a ir a la Televisión para solicitar donantes de cuellos para morder. La respuesta del pueblo español es ejemplar en estos casos. Ya verá.

—Gracias, señor. Muchísimas gracias por su comprensión. Pero eso es una solución provisional. Luego, ¿qué?

—Pues luego, una vez recuperado, ¡a emigrar! Como todo el mundo. Trump, por ejemplo, tiene un cuello para morder un par de meses, por lo menos. Allí tiene muchos cuellos que aprovechar, que están los mayores capitales del mundo.

—Vamos a la Tele. Me ha devuelto usted la esperanza y las ganas de vivir. Le quedo eternamente agradecido. Y nunca mejor dicho.

—¡Venga, vamos rápidos!

...Y muy nerviosos, salieron corriendo como almas que lleva el diablo.

 

FIN