Segundo Premio XXIX Concurso de Poemas “Corazones de Tejina”

 

 

Amado Guadalquivir, no llores mi ausencia,

no inundes de lágrimas tus riberas,

pues mi marcha en modo alguno altera

el devenir del mundo y su conciencia.

Partió el poeta entre cantos de cigarra

cuando el áureo pincel del verano hornea,

los trigales descansaban de la siega,

los campesinos echaban la siesta.

Salió al campo con el alma desnuda,

las alforjas vacías y en el pecho una quimera:

pasear con Teresa por los prados

allende la vida y sus fronteras.

Briznas de mies al albur de la brisa

difuminaban el amarillo encendido de los pastos

bajo un cielo tachonado de estorninos

y algunos gajos de nubes traviesas.

La Parca aguardaba a la sombra de una encina,

serena y ajena al insobornable curso del tiempo.

El poeta se detuvo al llegar a su altura,

sonrió y asintió con la cabeza

en un gesto sutil que invitaba al sosiego.

Ambos se alejaron cruzando la bonanza del ejido,

conversando igual que dos viejos camaradas,

porque la Muerte quería saber del amor

y el poeta reencontrarse con su amada.