Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 43 – Verano 2016
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

 

¿Quién no ha disfrutado de una película con tesoros submarinos o, incluso, ha soñado descubrirlos?

Para los arqueólogos, su “tesoro” es encontrar una “piedra roseta” o la tumba de un gran faraón o un barco hundido durante 2000 años con cientos de ánforas. La investigación concienzuda y la diosa fortuna sí nos han ofrecido la posibilidad de encontrar uno de estos tesoros, pero, una vez más, la realidad supera nuestra imaginación.

Ya era vox populi que en las aguas próximas a Villajoyosa había «algo». Los barcos enganchaban sus redes en un extraño obstáculo en el fondo del mar, mientras que los más avispados se sumergían furtivamente para extraer objetos muy apreciados en el mercado negro. Junto a la costa y a 27 metros de profundidad se encuentra el Bou Ferrer, un pecio romano que se ha conservado en un estado magnífico al quedar sepultado por la arena del fondo marino durante casi 2000 años.

El mercante estuvo a punto de alcanzar la costa y de salvarse del naufragio porque la ciudad romana de Alonis estaba a poco más de un kilómetro. Pero ¿por qué se hundió?, ¿adónde se dirigía?, ¿qué transportaban sus ánforas?, ¿vino, aceite, salsas de pescado, salazones?, ¿de dónde partió?, ¿a quién pertenecía?, ¿cómo se llamaba la embarcación?

El pecio del Bou Ferrer: https://www.youtube.com/watch?v=E-_RiWji9zU


Desde mucho antes de lo que podemos creer se han realizado intentos por alcanzar las profundidades marinas, para la pesca, la recuperación de cargamentos hundidos o en ingeniosos planes contra el enemigo.

¿Podríamos pensar que hubo algún intento de recuperar la carga del Bou Ferrer por los propios romanos, dado su gran valor comercial y la cercanía del pecio de la costa?

La iconografía antigua nos da algunas pistas de hasta dónde pudieron llegar. En la imagen 2 tenemos un bajorrelieve egipcio del templo Dar-el Bahari del siglo IX a. C. donde parece practicarse la pesca submarina. En otro bajorrelieve asirio del mismo siglo se observan soldados cruzando el río bajo sus aguas utilizando odres aire inflados con aire (imagen 3). Cuenta Plutarco que Marco Antonio, para granjearse la admiración de Cleopatra, mandó a sus urinatores (buceadores) enganchar en sus anzuelos grandes peces. Al día siguiente, fueron los de Cleopatra los que engancharon en el anzuelo de Marco Antonio un gran pez seco y salado. También Herodoto (s. V a. C.) nos habla de un famoso buzo Scyllis y de su hija Cyana, quienes fueron empleados por el rey Xerxes para recuperar tesoros en un buque persa hundido (imagen 4). Tito Livio (s. I d. C.) incluso redacta la ley de regulación —qué actual nos suena esto— de las extracciones de objetos valiosos por buzos. Si la profundidad alcanzada era de ocho metros, podían reclamar la mitad del botín. Según Plinio el Viejo, los urinatores se lastraban con piedras y bajaban con una esponja en la boca, empapada en aceite para crear delante de los ojos una película que permitía mejorar la visión bajo el mar. Otro ingenio del buceo en la Antigüedad era el uso de largas cañas para tomar el aire de la superficie.

https://arqueomediterraneo.wordpress.com/el-buceo-en-la-historia/

Hemos llegamos al siglo XXI cuando dos buceadores locales, José Bou y Antonio Ferrer, dieron cuenta de la ubicación de un pecio de fácil acceso. Se trataba de un barco romano que salvaron del expolio total y, por este motivo, el naufragio toma por nombre sus apellidos: Bou Ferrer.

La primera campaña de excavación subacuática se realizó en el verano de 2006, con muchas expectativas de lo que podían encontrase en una cata de sondeo de 3x8 m en la zona central del yacimiento, a modo de trinchera, cortando el pecio en su manga máxima. Ya se pudo comprobar que al menos había dos pisos de ánforas (imágenes 5 y 6).

 

En la segunda campaña, de 2007, se pudo documentar y recuperar casi toda la capa número 2: 274 ánforas, que sin duda eran, al menos, tres pisos. Eran de tipo Dressel 7-11, estribadas entre sarmientos de vid —¡que todavía se conservaban!— para protegerlas durante la travesía. En naufragios en el estrecho de Bonifacio, entre Córcega y Cerdeña, se habían encontrado tipos similares de contenedores, lo que daba pistas sobre su cronología. El Bou Ferrer se podría datar en torno al año 30 d. C., por similitud con este otro yacimiento ya estudiado.


Se analizaron los restos del contenido del interior de las ánforas. Se trataba de boquerón, caballa, jurel y restos de peces más grandes. De aquí se dedujo lo que transportaban, y no eran simples salazones o salsamentas, pues se trataba de alguna de las salsas de pescado que acompañaban los platos romanos del tipo de garum, muria, liquamen o hallec. Por similitud con nuestra cultura gastronómica, equivaldría a los kétchup y mayonesas en una versión mucho más refinada. Lo más importante para las indagaciones arqueológicas es que procederían de la provincia romana de la Bética. En algunos casos excepcionales, se han recuperado ánforas con su tapa original y completamente cerradas. En el caso de Bou y hasta la fecha, han sido dos. Las ánforas están recubiertas en su parte interior con una resina que serviría para taponar los poros. ¿Cómo afectaría esa práctica al sabor de la salsa?


Imagen 9: Tapa de ánforas. Imagen 10: Se aprecia la resina de color negro en el interior.


Según se sucedían las campañas de excavación y las correspondientes investigaciones, comenzaban a aclararse muchas incógnitas. El Bou Ferrer es «el pecio en excavación de mayor tonelaje del periodo imperial»1; no el más grande conocido, que sería La Madrague de Giens.

Se recuperaron también cuatro lingotes de plomo triangulares (imagen 11) que no formaban parte del lastre y que podrían utilizarse con una función estabilizadora del cargamento, aunque no podemos olvidar que el plomo tuvo numerosas aplicaciones y reutilizaciones constantes durante siglos. Son muy conocidos sus usos en las conducciones para el agua en la industria hidráulica, pero tuvieron multitud de aplicaciones en el mundo funerario con la fabricación de contenedores de restos óseos humanos (urnas y sarcófagos), como soporte de escritura, como sellos, como piezas de ensamblaje en objetos de cuero o madera (en el calzado romano), y otros muchos usos más corrientes en la Antigüedad, como son lañas, glandes o balas de honda, pesas de red y de telar, cubos de plomo, vasijas, amuletos o exvotos, juguetes o pequeñas herramientas, moneda falsa, etc.

Lo cierto es que los lingotes del Bou tenían un peso superior al habitual, unos 67 kg cada uno (el lingote estándar era de 66’5 kg). En ellos se apreciaban unas estampillas con el acrónimo IMP AVG GER, que se han convertido en el logotipo del yacimiento (imagen 12). Lo trascendente es que de estas marcas se ha deducido que la nave era propiedad de un emperador. Se trataba de uno de estos tres: Calígula, Claudio o Nerón.

En la campaña de 2012 se siguieron encontrando ánforas hasta comprobar que se apilaron en cuatro pisos. El gran avance se consiguió con respecto a la datación del pecio. ¡Por fin se pudo fechar cruzando todos los datos que aportaban los tipos de ánforas, los restos ictiológicos, la procedencia de los lingotes y el sistema de construcción de la naval! El gran mercante comercial era propiedad del emperador Nerón (37-68), una nave annonaira con las que el emperador se ganaba el apoyo del pueblo de la capital del Imperio abasteciéndolo de alimentos y, en este caso, salsa de pescado base de su gastronomía. Hipótesis confirmada gracias a una reciente excavación de urgencia realizada en Fos-sur-Mer (Francia), donde se localizaban ánforas béticas, muchas de ellas morfológicamente idénticas a las del Bou y datadas entre el 65 y el 75 d. C.

Además de ánforas y lingotes, hay otros elementos que aportan información a los investigadores de diferentes especialidades científicas, como el tipo de conchas que han encontrado asociadas a las ánforas o la madera. Se conservan las cuadernas y la carlinga del mástil. El estudio de la carpintería y de cómo se ha realizado el ensamblaje, comparado con otros pecios, ha servido para que pueda afirmarse que el barco se construyó en Neapolis (Nápoles).


Imagen 13: 1. Piso de la bodega con ánforas. 2. Carlinga. 3. Lingotes de plomo. 4. Carpintería transversal

 

Con unos 30 metros de eslora y con capacidad de desplazamiento de 230 toneladas, sin embargo, su quilla era muy baja para sus características, y quizás ésta pudo ser una de las causas de que no resistiera el temporal. Su carga estaba formada por plomos y unas ¡2 500 ánforas!

Lo normal en una nave de tales dimensiones era realizar navegación de altura durante el verano. Si sufrían la desgracia de hundirse, lo hacían en aguas profundas, y por este motivo es tan difícil hallar e investigar pecios de relevancia en la actualidad. El Bou Ferrer se hundió a sólo unos 27 m de profundidad. Es un regalo para la comunidad científica y una oportunidad excepcional. Según Carlos de Juan Fuertes, director del yacimiento, «el estudio está aportando una información histórica muy valiosa», que tiene como objetivo conocer el comercio marítimo en el Mediterráneo y saber más sobre la arquitectura naval de esta época.


Imagen 14: Ruta comerciales. Líneas rojas. Imagen 15: Nave romana típica para comercio en el s. I d. C.


Exposición del MUA: https://www.youtube.com/watch?v=grMq-Y3yk0g


Hitos de la arqueología como éste permiten superar nuevos retos técnicos, e incluso están aportando otras informaciones sobre una situación muy preocupante que ya estamos experimentando todos: el cambio climático (imagen 16).


La recuperación de la carga del pecio romano supone un proyecto de vanguardia en investigación y en el campo de la divulgación del patrimonio subacuático, porque el pecio puede ser visitado como un museo más por buceadores deportivos, aunque se exigen unas condiciones mínimas a los visitantes, como ser buceador de dos estrellas o tener al menos 35 inmersiones firmadas por instructor. La mitad del abono que se realiza está destinada a donativo para el propio proyecto (imagen 17).

En la imagen 18 vemos al mismo director del yacimiento, que en 2014 nos hizo briefing previo a la inmersión y nos explicó detalles para comprender el yacimiento submarino. Además se ofrece una charla en el Vilamuseu (imagen 19) y la posibilidad de visitar los talleres de trabajo y el almacén de materiales recuperados (imagen 20). ¡Una gozada para los amantes de la arqueología, del buceo... y para los curiosos!


http://www.slideshare.net/vilamuseu/visitas-bou-ferrer2016dossierbuceadores-definitivo-63641907


Uno de los grandes retos técnicos a los que se enfrentan es la conservación de los restos extraídos. ¿Han pensado alguna vez en lo que significa excavar en un yacimiento arqueológico? Cuando se excava, en realidad lo que se hace es... destruirlo. En el caso de los pecios, cuando los materiales orgánicos se recuperan del fondo marino y se suben a la superficie, inician un proceso de degradación irreversiblemente.

Las ánforas se someten a un proceso de desalación por ósmosis y se vacían, para el análisis de los contenidos, y de los lingotes de plomos se eliminan las concreciones marinas. El tratamiento de madera sí es muy problemático.

La celulosa da consistencia a las células vegetales. Si sacamos la madera del fondo marino, pierde humedad y el esqueleto de la madera se viene abajo. Para solucionar este gravísimo problema se han experimentado soluciones costosísimas, como la inyección de sustancias químicas en la madera. Es el caso del barco vikingo Oseberg. Por este motivo, no se ha planteado todavía la extracción del material orgánico en espera soluciones científicas viables.

Al final de cada temporada de excavación, en la que participan voluntarios en la multitud de tareas que realizar (imagen 21), el pecio se cubre de arena y se protege con una malla metálica, se encadena y es vigilado permanentemente por la Guardia Civil. Puede que, en un futuro no muy lejano, la ciencia ofrezca una solución para que el patrimonio subacuático pueda ser admirado por todo el público que lo desee. ¿Se podría visitar el pecio en un medio acuático sin necesidad ser buceador deportivo?

El naufragio romano del Bou Ferrer: https://www.youtube.com/watch?v=L3wZiwPR1bg


Al final de la última campaña, en noviembre de 2015, y después de nueve años de investigaciones, sólo se ha excavado en trinchera central de seis metros de ancho y 15 de longitud y, sin embargo, los resultados de las investigaciones son muchos. Hablamos del Bou Ferrer como un mercante de especial singularidad por su capacidad de carga y sus dimensiones, propiedad del emperador Nerón, construido en Nápoles, que salió desde Gades rumbo a Ostia, el puerto de la capital del Imperio de Roma, a mediados del s. I d. C. Llevaba una preciada carga de miles de ánforas con salsas de pescado del estrecho de Gibraltar y lingotes triangulares de plomo procedente de Sierra Morena (Linares-La Carolina). Afectado por una tormenta, abandonó la navegación de altura para hundirse frente a la costa de Alonis romana, nuestra Villajoyosa.

Cada campaña permite saber más a la vez que se abren nuevas incógnitas. Se han recuperado 300 ánforas y sólo parte de ellas presentan el tituli picti, es decir, unas inscripciones con función fiscal que indicarían la fecha consular, el productor del contenido, el peso y los agentes comerciales que intervienen en la transacción comercial. ¿Por qué sólo aparece la cartela informativa en tres ánforas?

Gracias a su magnífico estado de conservación, a su ubicación cerca de la costa y a la profundidad a la que se encuentra, al apoyo de distintas instituciones (Generalitat Valenciana, Universidad de Alicante, Vilamuseu, Ayuntamiento y Club Náutico de Villajoyosa) y a las iniciativas innovadoras, en cuanto a su conservación y al plan de divulgación, que ofrece visitas submarinas guiadas desde 2013, es el primer Bien

de Interés Cultural (BIC en 2015) subacuático en la Comunidad Valenciana, que lo convierte en un proyecto emblemático y un hito de la divulgación del patrimonio arqueológico. En definitiva, es un referente mundial en la arqueología subacuática. Como dice Carlos de Juan, el Bou Ferrer son «2000 años de viaje submarino». Esperamos noticias de este emocionante viaje.

Ya saben: conocer y comprender para valorar, para conservar y para disfrutar.




IMÁGENES:

N.º 1, 7 y 8 y 22. Foto de José Antonio Moya.

N.º 2, 3 y 4. Dibujo de Plácido. Historia del buceo, de Juan Ivars Perelló y Tomás Rodríguez Cuevas.

N.º 6. Foto de Mayte Albert.

N.º 9, 12, 17 y 21. Equipo de investigación del Bou Ferrer.

N.º 14. Foto de Carlos de Juan Fuertes.

N.º 15 y 16. Alfaro Giner, Carmen. La navegación romana. Historia económica y técnica del mundo antiguo. Universidad de Valencia. Valencia, 2007.