Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 42 – Primavera 2016
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Príncipe de los Ingenios

Finalizamos el mes de las aguas mil, en este año del cuarto Ccentenario de la muerte de Cervantes y Shakespeare, cuando los españoles andamos saboreando las celebraciones para honrar a nuestro más famoso escritor. Entre lo que se cuenta, algunos espectáculos, centrados en los escenarios, porque para nosotros la cultura se ha de disfrutar sobre las tablas. Los ingleses también han desplegado un gran abanico de actos conmemorativos en honor de su famoso bardo.

Yo, como componente de Ars Creatio, contribuyo a la celebración, en una millonésima parte, con la aportación y publicación de este articulito en nuestra revista. Es el momento de recordar que la fecha del 23 de abril (convencionalmente la de la muerte de Cervantes y Shakespeare, sin entrar en diferencias de calendario) es para nosotros el Día del Libro, y por lo tanto es conveniente hablar de Cervantes y del “Quijote”. Por fortuna, no me siento sola en mi empresa quijotesca. Muy cercano a Ars Creatio, otro grupo como Mírame Teatro, amante de la vida y obra del genial autor Cervantes, ha acercado al público una de las obras menos conocidas, El coloquio de los perros, el 15 y el 16 de abril, en un espacio como “La cueva de Melpómene”. También la Sociedad Cultural Casino de Torrevieja, como cada año, ha procedido a la lectura del Quijote, y la Biblioteca Municipal ha hecho lo propio acercando a Cervantes al público en general. Esto se podría decir que es una forma de homenajear a nuestro genial autor del “Quijote”, hidalgo que cabalgó a lomos de su caballo Rocinante por las tierras del Toboso, lugar donde encontró a su amada Dulcinea.

Tal vez lo atrayente de la historia sea, después de todo, que el centro principal de esa locura es la misma que la del resto de personas que poblamos este mundo: el amor. Si ese sentimiento fue y es capaz de transformar la realidad, cuánto más no transformaría a la mujer amada hasta ver en ella a una alada princesa de las cortes caballerescas. Y cabalgando por su patria plenamente manchega, don Quijote de la Mancha llega al Toboso. Allí queda prendado y ama a Dulcinea como se ama la gloria, como reflejo de lo eterno, de lo indestructible; con fidelidad y desinterés, y por ella y en ella, jamás la cobardía hace quebranto en él ni mengua sus pensamientos.

Quizás haya alguien que piense que el Toboso es un rincón imaginario, un pueblo irreal en algún lugar de la Mancha. Para salir de dudas sólo hay que seguir los pasos de don Quijote y Sancho, adentrarse en sus estrechas callejuelas en busca de la virtuosa Dulcinea (emperatriz de la Mancha) y disfrutar de sus atractivos, que son muchos. Como es el caso del Museo Casa Dulcinea, que tras una remodelación, dentro del IV Centenario de la publicación de Don Quijote de la Mancha, ha visto renovados las instalaciones y contenidos expositivos con un nuevo montaje que recrea la vida de una casa de hidalgos ricos de la época cervantina. Se mantiene parte de la estructura original del siglo XVI, y a pesar del tiempo transcurrido conserva los caracteres de la casa manchega con sus diversas dependencias: molino, bodega, patios, corrales, pozos, etc.



La casa pertenecía a una de las familias más ilustres del Toboso, los Martínez Zarco de Morales, cuyos escudos se pueden ver en la fachada. Al parecer, en época cervantina fue habitada por don Esteban y doña Ana, su hermana, quien inspiró el personaje de la sin par Dulcinea del Toboso. Y es al entrar en el Toboso cuando se pueden ver sus muros blanqueados, y desde los nombres de las calles a los monumentos, como la iglesia parroquial de San Antonio Abad, del siglo XVI, que el caballero andante confunde con el imaginado alcázar de Dulcinea y que motiva la proverbial frase “con la iglesia hemos dado, Sancho” en el capítulo IX de la II parte. Todo nos recuerda los pasajes de la obra cervantina. Por cierto, no podemos olvidar el Museo Cervantino, único en su género, donde se exponen cientos de curiosos ejemplares de la novela de Cervantes, en 300 lenguas distintas.


El Toboso posee el encanto de una villa manchega.

Media noche era por filo, poco más a menos, cuando don Quijote y Sancho dejaron el monte y entraron en el Toboso. Estaba el pueblo en un sosegado silencio, porque todos sus vecinos dormían…
No se oía en todo el lugar sino ladridos de perros…

De cuando en cuando rebuznaba un jumento, gruñían puercos, mayaban gatos, cuyas voces, de diferentes sonidos, se aumentaban con el silencio de la noche (...)”.

Han pasado 400 años, pero la patria de Dulcinea mantiene la esencia y conserva el encanto de las pequeñas villas manchegas. Pero este precioso pueblo, con sus 2.100 vecinos, situado a hora y media de Madrid, no vive de la imaginaria dama de don Quijote y del turismo. La creciente industria vitivinícola manchega, incluida la del Toboso, está haciendo furor en los mercados orientales. También hay cereales, un pujante olivar y algo de ganadería, una fábrica de quesos y otra dedicada a la fabricación de velas que se exportan a China.


Pero volviendo al autor y su obra, diré que la peculiaridad de los personajes del Quijote, don Alonso Quijano y Sancho Panza, se encuentra en que han adquirido más realidad que la del mismo Cervantes. No cabe mayor éxito en una obra. Hay otros casos: la Regenta, don Juan Tenorio, Romeo y Julieta... Tal vez sea porque todos ellos son arquetipos universales. Sin duda hay muy poca literatura en el mundo que haya conseguido tal proeza. Aunque llegados a este punto me pregunto: ¿cómo pasó Cervantes sus últimas horas?, ¿cuál es ese lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiso acordarse?, ¿qué pensaría si hoy viera la dimensión universal de su creación?, ¿qué opinaría si supiera que su obra se considera inmortal?


…Creo que estas y otras cuestiones las tendré que dejar en manos de la imaginación y el ingenio. ¡Por cierto! Imaginar la contestación de don Miguel sería un buen ejercicio para celebrar el cuarto centenario del fallecimiento del Príncipe de los Ingenios.