Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
41 – Invierno 2016
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja
Y no dirán que no lo avisamos. Hete aquí que ya han transcurrido diez años desde que salió a la luz este lúcido y premonitorio artículo, en el que advertíamos sobre uno de los males —hoy agravado, por indolencia de las autoridades— que a la sazón devastaban el solar patrio. Será que la gente piensa que el tiempo no va a pasar —pero vaya si pasa—, o que nadie va a recordar —pero vaya si recuerda— lo que alguien dijo en tal o cual día; en definitiva, que nunca va a llegar —pero vaya si llega— el momento de rendir cuentas.
¿Creerá usted, amable leyente, que algún paladín de la corrección política, o en su defecto algún ocupante de cargo público —siquiera aspirante a ocuparlo—, con potestad para tomar o para inducir a tomar decisiones, recogió nuestras juiciosas propuestas? Pues ni una, oiga, es que ni una sola de las tres:
a) La Real Academia Española sigue empecinada en no dar carta de naturaleza al adjetivo (que podría usarse también como sustantivo, ¿será por facilidades...?) cuarentañero, ra en sus páginas. Con la paz que, según se explicaba, habría aportado a la autoestima de media humanidad... En cambio, entre otros vocablos de dudoso gusto, ha incluido nada menos que precuela. Y claro, luego ocurre lo que ocurre: que cualquier desaprensivo, creyéndose autorizado por la institución, se lanza a escribir precuelas de lo que sea, ¡hasta de Don Juan Tenorio!, y se queda tan fresco.
b) En nuestros días, la dichosa «crisis de los cuarenta» continúa siendo tema de conversación en tertulias radiofónicas y televisivas. Como si no hubiera otras crisis de las que alarmarse, o como si a los cuarenta —o a los cincuenta, de los que nos ocuparemos en breve— nos aquejara necesariamente alguna crisis. Hay que ver el efecto tan pernicioso de una humilde cifra de las decenas, que no se mete con nadie. Pero nosotros ya estamos al tanto de que el efecto no lo produce la cifra en sí, sino lo que maliciosamente se cuenta sobre ella. Así que no dejaremos de denunciarlo, por mucho que los colegios oficiales de médicos y psicólogos desprecien nuestra benéfica labor.
c) Dados los dos puntos precedentes, huelga añadir que no han visto un céntimo público los inspiradores de esta corriente científica, ni sus difusores, ni los afectados por la ignominia sin reparar y que dura ya un decenio. Ítem más, el autor del citado artículo no ha visto aumentado su peculio particular por ninguno de los tres conductos. Con lo bien preparado que lo tenía todo, por si fallaba uno, o incluso por si fallaban dos; pero lo que no podía sospechar era que fallaran los tres. Cuánta insensatez. Así no se puede progresar. Así va España.
En fin, por nosotros no ha de quedar. Para que no se diga que si esto, que si lo otro o que si lo de más allá, estamos dispuestos a dar una nueva oportunidad, a quien proceda, para que inicie análogo proceso, en este caso, con los cincuentañeros —de los cuarentones, ya ha pasado el momento de inquietarse; que se apañen ellos—. Quedan claros los tres puntos en cuestión. Por si acaso, los resumimos seguidamente:
a) Señores académicos, reserven un hueco y tomen nota: «cincuentañero, ra: adj. Dicho de una persona: que tiene entre 50 y 59 años. U. t. c. s.».
b) Señores facultativos: no hay tal «crisis de los cincuenta», sino ganas de dar la murga y de complicar la vida a la gente.
c) (y más importante). Señores hacendistas: no estaría de más recompensar a los que de verdad dedican su tiempo y su ciencia al bienestar de los contribuyentes. Vaya lo comido por lo servido.
De modo que dentro de diez años —porque aquí aguardaremos, al pie del cañón— volveremos a exigir responsabilidades, tras estudiar la implantación y el resultado de dichas medidas, así como sus conclusiones. Si éstas son positivas, como cabe esperar, pediremos entonces igual trato para los sesentones.
No obstante, para asegurarnos de que las tres propuestas no caen en saco roto, como la primera vez, las elevaremos de inmediato al Gobierno por vía de urgencia. ¿Cómo...? ¿Que aún no hay Gobierno...? (Y ahora no es posible llamar a Chapaprieta...). Bueno, lo habrá en 2026... O no...