Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 40 – Otoño 2015
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

  1. El libro, que lleva por título Vivir, del que soy autor, es un poemario y también una crónica de la lucha que los enfermos de hepatitis C llevan realizando, desde hace poco más de un año, para conseguir que el Servicio Nacional de Salud les suministre los nuevos antivirales que pueden erradicar esta enfermedad y salvar sus vidas. Si la salud es un derecho que consagra la Constitución Española de 1978, el derecho a la vida, también.


Cuando yo era un niño allá en mi pueblo, si me ponía enfermo, mi madre me llevaba al médico. Era ella quien le decía no sólo donde me dolía, sino también la medicina que me debía recetar. El médico era un hombre de un carácter apacible y, aunque no estuviera del todo bien, hacía siempre lo que mi madre le indicaba. Después íbamos con la receta a la farmacia donde nos suministraban, sin más, las inyecciones, las pastillas o el jarabe... Era así de sencillo, así de normal, y eso que aquellos tiempos eran difíciles, más difíciles sin comparación que los de ahora. Luego, a medida que he ido creciendo, todo seguía siendo así de sencillo. Una vez que el médico te recetaba una medicina, sin más, ibas a la farmacia y no había que darle más vueltas. Con los enfermos de hepatitis C, hoy ocurre lo que nunca pensé que podía llegar a suceder: a pesar de que el hepatólogo te prescriba la medicina que te puede curar, las autoridades sanitarias se niegan a suministrártela alegando que cuesta no sé cuántos miles de euros en el mercado. Un elevado precio fruto de la especulación, que no del coste de producción, como denuncian los colegios de médicos de nuestro país y los Médicos del Mundo.


El libro comienza con un soneto en el que se afirma que “La salud es un don: cuando se tiene, / se pierde; si la buscas, no la encuentras”, para concluir que, en realidad, “La vida es como agua entre las manos. / No hay quien la retenga”, entonces “la entereza / es nuestra fortaleza, nuestra rosa”.


En uno de los poemas se recuerda a los muertos a causa de esta enfermedad, que como el caso de Manuela Falcón, vecina de Leganés, fallecida el pasado 24 de abril, “no tenía que haber muerto, / murió porque le negaron / el derecho a seguir viva”. A la multinacional farmacéutica se la acusa de asesina, lo mismo que al virus de la hepatitis C, y se rinde homenaje a los hepatólogos que siempre han estado de parte de los enfermos. Incluso se canta al amor: “El hígado era una rosa / amansado el corazón. / El virus de la hepatitis / no pudo con nuestro amor”. Y una nana a un niño al que su madre al nacer le trasmitió el virus: “Si este virus me lo mata, / es que en el cielo no hay Dios”. Por último, el libro rinde un homenaje a los miembros de la plataforma que se han dejado la piel a favor de una sanidad pública, gratuita y universal: “Mario, Ángeles y Damián; / Antonio, Elsa y Jesús; / Toni, Carmen y Ramón; / Yolanda, Luis y Miguel; / Javier, Cristóbal y Andrés; / Tamara, Celia y Teresa; / Carmen, Paula, Eva y Pilar; / Adolfo, Lolo y Javier; / Juan Carlos e Inmaculada, / Ana, Gracia y Joaquín... / Hasta treinta veces mil, / nadie sabe cuántos son, / en Madrid y en toda España, / reclamando a voz en grito, / en la calle a la intemperie, / por su vida y su salud. / ¿Quién se lo puede negar?”.