Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
40 – Otoño 2015
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja
En el Taller de Escritura Creativa, nuestra profesora nos propuso que hiciéramos una descripción de cualquier cosa (real o imaginaria), pero utilizando para dicha descripción los sentidos. Procuré hacerlo dando a mi escrito luz, color, aroma, sonido…
1.- Naturaleza y magia en la Bretaña francesa
Mi conocimiento del bosque fue de la mano de un guía, en un viaje que hice hace algún tiempo a Francia, concretamente a la región de la Bretaña. No era un guía de turismo al uso común. Había vivido en Francia, ejerciendo su trabajo como profesor, ahora ya estaba jubilado. Tenía, por tanto, un gran conocimiento de todo lo que mostraba, disfrutaba enseñando y, lo más importante, hacía disfrutar a quienes le escuchábamos. Había sencillez en su modo de vestir, en su conversación, en su trato, en su forma de guiarnos en el día en que nos mostró, nos explicó y hasta nos divinizó el bosque. Fue un día mágico, del que guardo un especial recuerdo.
Hicimos un recorrido por la Bretaña interior, profunda, donde el bosque tiene una extensión de 7.000 hectáreas, de las que sólo 500 tienen acceso público. En el autobús vas contemplando una inmensidad de verde, pero cuando pones el pie en el suelo y comienzas a caminar, el susurro del viento que agita las ramas de los árboles se va convirtiendo en un agradable murmullo. Algunos rayos de sol se filtran entre la espesura. Se percibe en la umbría un olor húmedo. Esa penumbra, ese aroma a verdor, esa soledad y el suave sonido del aire entre los árboles invitan al recogimiento, la intimidad, a desarrollar un sexto sentido que le pone alma al bosque, le da vida propia. Sentimos la magia que rodea todo el paisaje del bosque.
2.- Las campanas en la Abadía de Solesmes
Desde nuestro punto de origen recorrimos cien kilómetros para visitar la Abadía de Solesmes (Francia), donde se escucha el mejor canto gregoriano de toda la cristiandad. Los monjes cantan diariamente la misa a las diez de la mañana.
Fue un instante precioso nuestra entrada en los jardines que conducían a la iglesia, una menuda lluvia mojaba todo suavemente, brillaban las hojas, sonaba la campana llamando a misa. Se despertaron todos mis sentidos.
Si el silencio pudiera escucharse, su sonido sería el canto gregoriano. Independientemente de la hermosura del citado canto, el interior de la iglesia, los monjes con su hábito blanco, sus movimientos pausados, la serenidad del ambiente, y hasta el tañer de campana, todo sabía a gloria.
Compré un CD que escucho de vez en cuando. La pieza final es el toque del Ángelus, con el sonido de la campana que aquella hermosa mañana hizo vibrar todos mis sentidos.