Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
40 – Otoño 2015
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

El estado de sopor en que se encontraba Dani debido al tedioso viaje se desvaneció ante aquel descubrimiento. El niño dio un respingo en el asiento del coche y, señalando con el dedo, preguntó:
—¿Qué es eso, papá?
—Hijo, eso es la laguna de Torrevieja, de ahí es de donde extraen la sal —le respondió su padre mostrando una sonrisa.
—¿Y por qué el agua es rosa?
—Pues porque ya se ha evaporado casi toda el agua y la poca que queda tiene mucha sal —le contestó mamá en esta ocasión, con un gesto de satisfacción.
—¡Pues es muy bonito! Yo nunca había visto un lago rosa.
—Y fíjate —dijo de nuevo su padre—. ¿Ves aquellas montañas blancas?, ¿a que tampoco habías visto otras como ésas?
—¡Vaya!, ¿eso es nieve?
Las sonrisas dieron entonces paso a una sonora carcajada.
—No, hijo mío, eso son montañas de sal.
—¿Sabes algo, Dani?, este verano vas a descubrir muchas cosas bonitas.
Se podría decir que éste era el primer contacto real de Dani con la Torrevieja natal de su madre, pues la primera vez que vino contaba con tan sólo dos años. Aunque su madre fuera oriunda de Torrevieja, su padre era de Bélgica, donde se afincó la familia por motivos laborales y donde Dani nació. Ahora, contando con siete años de edad, descubriría sus raíces.
El reencuentro con el abuelo fue muy emotivo para la familia debido al tiempo que llevaban sin verse. Dani, a pesar de la limitada perspectiva que correspondía a su corta edad, pronto pudo percibir el inmenso cariño que desprendía aquel anciano. En tan sólo un par de días el abuelo había conquistado el corazón de su nieto, que se dejaba querer con la intensidad de quien sabe que tiene poco tiempo y debe aprovecharlo.
Una tarde, después de comer, el abuelo se sentó en su mecedora y cerró los ojos, parecía que estaba dormido. Pero Dani tenía muchas preguntas que hacerle y no quería perder el tiempo, de modo que, aun a riesgo de despertarlo y hacerle enfadar, le preguntó:
—Abuelo, ¿por qué tu casa es tan rara?
—Rara, ¿por qué crees que es rara? —contestó el anciano a la vez que abría los ojos.
—Donde yo vivo, hay grandes edificios, con grandes entradas. Tenemos porteros que recogen el correo, sacan las basuras... Hay calefacción y aire acondicionado y las ventanas son más modernas, son dobles y no son de madera. Las puertas también son muy diferentes, no son tan grandes como éstas pero no chirrían. Y este suelo de piedrecitas es muy raro, allí los suelos son como de madera. Además, aquí las calles son todas rectas y todas las casas parecidas, las fachadas parecen iguales y todas tienen patios al fondo... ¿Por qué son así las casas de tu pueblo, abuelo?, y ¿por qué no te cambias tú a vivir a una más nueva, a un edificio moderno de los que hacen ahora?
—Verás, Dani —contestó el abuelo—, te contaré una historia:
»Hace mucho, mucho tiempo, antes de que yo naciera, incluso antes de que mi padre naciera, en Torrevieja hubo un gran terremoto. Quien sí lo vivió fue mi abuelo, es decir, tu tatarabuelo. Él me contó todo lo que sé de ese terremoto. Ocurrió el 21 de marzo de 1829 y destruyó casi por completo el pueblo de Torrevieja. Mi abuelo, que todavía no se había casado, perdió a sus padres y a su hermana, que murieron víctimas de la catástrofe. Se quedó solo en el mundo hasta que se casó con mi abuela.
»El caso es que cuando el pueblo quedó destruido, el obispo de Orihuela, que en aquella época era la localidad más importante de esta zona, pidió al rey Fernando VII ayuda para Torrevieja y para todos los lugares que se habían destruido, pueblos como Almoradí, Guardamar, Rojales, y otros más... El rey, al tener noticia de la magnitud de la catástrofe, mandó al ingeniero Larramendi a valorar los daños y a planificar la reconstrucción. Se hizo entonces una colecta por toda España y se reunió el dinero necesario para poder llevarla a cabo.
»Pero el ingeniero Larramendi sabía muy bien lo que se hacía, y consciente del peligro que siempre correría esta zona, por posibles nuevos terremotos, determinó cómo debían reconstruirse los pueblos y cómo debían hacerse las calles y casas. Estableció cuál sería la disposición de las viviendas y que las calles debían ser rectas, con trazados regulares, disponiéndose a lo largo de un eje central, por eso son así las calles en Torrevieja. También dijo qué materiales debían usarse, recomendando las estructuras de madera y evitando utilizar cornisas, balaustradas y adornos que se pudieran caer. Las calles tendrían que ser anchas y las casas de una sola altura. También aconsejó que todas las viviendas tuvieran patios interiores o corrales y que éstos se cubrieran de parras, así servirían de refugio en caso de necesidad. Si el terremoto se repetía, la gente saldría a los patios y tratándose de construcciones bajas no correrían peligro.
»Por eso, Dani, son así las casas viejas del pueblo, todas parecidas y todas con sus patios, no sólo para salir a tomar el fresco en verano, y por eso son así las calles. Pero últimamente a todo el mundo se le ha olvidado esta historia y han comenzado a construir edificios y edificios por todos lados. Pero yo, cariño, no me moveré de aquí mientras pueda; no sólo vivo más cómodo, sino también más seguro. No, no quiero uno de esos pisos; yo, aquí, en mi mecedora, tomando el fresco en el patio y en la puerta con los vecinos, estoy mucho mejor. Y tú, mi pequeño Dani, cuando vengas a visitarme, tomarás el fresco conmigo mientras yo te contaré más historias de este pueblo...