Ese sillón de la abuela,

tan antiguo y tan vigente,

hamaca los pensamientos,

visiones que corretean,

ilusiones registradas

que han quedado atrapadas

en un reino imaginable,

hilándose con el tiempo

entre realidad y ficción.

Sacrificó por amor

sus muchas expectativas,

invirtió ese capital

sin vanidades ni glorias,

dejó huellas con sus hijos

sin ninguna ostentación.

La abuela que hoy se mece

serena en su mecedora,

adormecida en recuerdos

deja escapar sus sonrisas,

miradas de niña traviesa,

envuelta en ensoñación...

Son solo reminiscencias

que va evocando del arca

que encierra mucha nostalgia

de las jornadas vividas,

y al final de su existencia,

ya puede mecerse en paz...

Rosalía Estela Salas