Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número
39 – Verano 2015
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

A nuestros hijos
les hay que dar
raíces y alas.
Hoy te vas a vivir a otra ciudad, hijo mío, lejos de los que te hemos acompañado y guiado durante tu infancia; te has hecho mayor y tienes proyectos de persona mayor. Sé que vendrás cada pocas semanas mientras estabilizas tu situación; pero, antes de que empiece esta gran aventura, quiero asegurarme de que llevas encima lo que precisas para vivir.
Tu padre y yo estamos convencidos de que estás maduro para arreglártelas solo y desenvolverte bien en cualquier situación (¡cuántas cosas has aprendido, y cuántas hemos disfrutado juntos!). En tu nueva situación tienes tus necesidades básicas cubiertas: hemos comprobado que tienes un lugar para dormir y un quehacer diario, la comida resuelta y un poco de dinero para tus gastos, un grupito de amistades y un montón de compañeros que te dan afecto y con los que puedes disfrutar del tiempo de ocio, como siempre has hecho, de forma sana, alegre y muy creativa.
Pero déjame preguntarte, déjame hacerte un examen final, una evaluación formativa de esas en las que, además, se aprende:
- Cuando estés enfermo o tengas un accidente y necesites cuidados y una sopa caliente, ¿quién te cuidará (o te llevará al hospital)?;
- ¿Con quién contarás para pedirle unos euros si te encuentras en un aprieto económico urgente o imprevisto (hasta que nosotros podamos hacernos cargo)?;
- ¿A quién le plantearás tus dudas, tus momentos de incertidumbre, o con quién analizarás los pros y contras de tus planes y proyectos?;
- ¿Con quién te desahogarás cuando te sientas imcomprendido o indignado?;
- Si estás triste, ¿quién te prestará su hombro para llorar?;
-
¿Quién te defenderá o aconsejará cuando hayas sufrido un malentendido, una injusticia o, aún más grave, un maltrato?
- ¿Quién va a compartir contigo los momentos de soledad?
- Y cuando se te rompa el corazón por no ser correspondido tu amor...
Igual eso te pasa justo antes del fin de semana en que vienes a casa y me lo cuentas al llegar. Yo estaré encantada y agradecida por tu confianza y tu consideración y haré todo lo posible por escucharte. Solo escucharte. Porque la buena escucha (lo que los comunicadores llaman escucha activa) no interpreta, ni aconseja, ni opina, ni juzga, ni dirige ni amenaza, ni sermonea ni da lecciones, ni consuela ni anima, ni aprueba ni desaprueba. Solo escucha: estar bien atento, preguntar para completar lo que se dice, comprobar que se han entendido bien todos los hechos, que se han comprendido correctamente las emociones del otro en ese momento... Y, al final, ser capaz de hacer un resumen, un “corto”, de todo lo que se ha escuchado. Ni más, ni menos. Ahí es ná. Pero estaré dispuesta.
Poco a poco, encontrarás algunas personas en las que depositarás tu confianza y afecto y que te corresponderán de la misma manera. Serán esas personas, compañeros, amigos, vecinos, jefes..., los que pondrán su nombre en las preguntas que te hacía antes. Quizá no te des cuenta o no lo hagas conscientemente, pero encontrarás quien nos sustituya en resolver esas necesidades. Y eso no nos va a entristecer ni poner celosos: porque es para lo que te hemos estado preparando durante todos estos años: para que te encuentres (te hagas persona) y para que encuentres tu red social de apoyo (te hagas sociable).
Hasta ahora esa red éramos, casi siempre, tu padre y yo, quitando a los amigos más íntimos a los que les contabas tus cosas. Pero ni tu familia ni tus amigos se van contigo y tienes que construir otra red nueva, más grande, más compleja, una red de persona mayor. Una red que te sujete cuando te caigas, que te proteja cuando te arriesgues, que te cuide siempre, que te mantenga erguido y fuerte ante la tormenta y que te haga sombra cuando más fuerte apriete el sol.
¿Que cómo se hace eso? Es muy fácil: la red social de apoyo funciona tan bien porque formamos parte de ella, porque somos un nudo más que agarra al de al lado pero arrastra a los que están más lejanos para conseguir tensarla donde hace falta o distenderla en el lugar oportuno. Tú formarás parte de esa red que vas a construir sujetando a otros, protegiendo a otros, cuidando a otros. En el apoyo mutuo la red se hace más fuerte y más tupida, más segura y más grande.
Y gracias a ella conseguimos crecer. Todos. Juntos.
Me dirás que, de redes sociales, no tienes una, sino varias. Y llevas razón. Está la del eco, esa que usas en el teléfono a cada momento y que, cuando pones “Hola”, la pantalla te devuelve una ristra de holas encadenados; o si pones “Feliz cumpleaños” aparecen tartas con velas, regalos, cajas de confeti, corazones y besos junto a unas caritas amarillas muy graciosas. No digo que esté mal, lo que quiero saber es: ¿te conformas con eso o prefieres que un ser humano te abrace y te tire de las orejas una vez por año cumplido como mínima celebración? Por otra parte, ¿no es esa red la que utilizan los “valientes” para criticar a la gente a sus espaldas porque no se atreven a decir las cosas a la cara? Hasta ahora, ser sociable incluía hablar a las claras, frente a frente, sin agresividad pero firmemente (asertivamente), cuando fuera necesario; y no juzgar si no querías ser juzgado.
Está la del millón de amigos, que cumple el deseo del cantante Roberto Carlos. Lo que no se imaginaba era que, en el caso de poder tenerlos al alcance, la mayoría de ellos le dirían “Me gusta”, en vez de cantar con él. Como para pedir ayuda urgente... Eso sí, todos pueden ver lo que haces porque ya te encargas tú de publicar tus fotos ahí y de mantenerla actualizada. El día en que tus futuros jefes busquen referencias sobre tu vida y milagros van a tener un gran dossier en el que documentarse, incluyendo eventos de tu vida privada. ¿De verdad que no prefieres reunirte en una terracita con una horchata y contarles y que te cuenten el último verano? ¡Hombre!, si están a miles de kilómetros, Internet es, sin duda, insustituible. Pero no te imagino prisionero de una pantalla para sentir calor de una mano amiga, como decía la letra de esa canción.
En el momento crítico, un buen vecino será la mano amiga que te lance un cabo al que agarrarte en la tempestad: ante una indisposición o un accidente casero, vendrá con los primeros auxilios, nunca mejor dicho, y tú harás lo mismo con él y estarás presto a cuidarle y protegerle, a él y a su casa. El jefe o el superior o el profesor te ayudarán cuando tengas asuntos legales, administrativos, burocráticos, que te apremien; y también podrán aconsejarte, guiarte, cuando te encuentres en una encrucijada profesional o laboral, y tú procurarás su bienestar y un buen clima de trabajo, con lealtad pero con franqueza, con dedicación y con “buen rollo”, como se decía antes. Tus compañeros te ofrecerán su consideración en el trabajo, su aprecio y compañía a la salida, en el descanso o en el gimnasio; y tú estarás listo para acompañarlos a la compra o al hospital, para quedarte con sus hijos o regar sus plantas durante sus vacaciones. Y tu pareja te dará amor y tú le darás amor a ella, te sentirás querido y harás que se sienta querida, en la intimidad y en la calle, codo a codo (somos mucho más que dos, gracias, Nacha Guevara).
Tejamos juntos una gran red nutritiva de cuidado mutuo, afecto mutuo, reconocimiento mutuo y de potenciación mutua del crecimiento y desarrollo personal.
Sin olvidar las digitales, teje tu red táctil, la de las personas que puedes tocar todos los días y... vuela lejos. Tu nido estará listo cuando vuelvas y recales en él. Y siempre estará orgulloso de las redes que hayas tejido y de los cielos que hayas surcado.
Red de agua (Gagilas-Creative Commons)