Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 80 – Otoño 2025
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja


Pisando vidrios rotos

Ya se está convirtiendo para mí en todo un clásico, cuando se me invita a participar en la revista de otoño de Ars Creatio, hablar de teatro. Conste, y vaya por delante, que no se me obliga a realizar un artículo, siempre, que gire alrededor del bello arte de ese género literario que nace con el objetivo de ser leído y representado, nada más lejos de la intención del presentador de la revista ni del que firma el presente artículo; pero cierto es que, sin pensarlo, mi mente sucia de dramaturgia se va directamente a escribir deambulando itinerante entre bambalinas y atrezos. No tengo intención de crear jurisprudencia teatral y muchos menos ser el nuevo Lauren Postigo como si de un «Cantares» pero en versión Talía se tratara. A estas alturas de la lectura quizás más de uno se esté preguntando de qué Postigo hablo, o ya lo habrá investigado tirando de tecnología punta, en este caso en forma de Wikipedia. Buena señal, señal de que aún estamos en esa generación en que no se peinan canas. Pues nada, hablemos de teatro.

Todos los diciembres, y ya es costumbre para el municipio de Torrevieja, Ars Creatio viste de gala el Teatro con una obra siempre sudada, ensayada, preparada hasta el más mínimo detalle y que siempre apoyan más de 1500 manos que nos entregan su bien más preciado, el aplauso a rabiar como premio al esfuerzo y dedicación, algo que toda la familia de actrices y actores aficionados, muy aficionados, agradece de una manera que es difícil plasmar en palabras si uno no quiere extenderse ni excederse.

Desde el punto de vista personal, es para mí un honor volver a ser invitado a participar en otra obra más, año en el que cambiamos de ciclo y donde se ha decidido pasar de lo absurdo al esperpento, del humor al sarcasmo y, si me lo permiten, de la ironía de un autor a la ironía del otro y tiro porque me toca. Apartamos después de unos años a ese Poncela al que nunca olvidaremos y siempre tendremos en una parcela de nuestro corazón para que nos siga transportando el oxígeno y los nutrientes suficientes, para encarar a un Valle-Inclán en una obra dura y difícil donde los valores del ser humano se mezclan con sus más bajos instintos en un Madrid noctámbulo, tremendista, superviviente, crítico y, cómo no, esperpéntico. Y todo bajo la perspectiva documental de un poeta venido a menos que junto a su amigo, cínico y canalla, recorren la burda historia del momento a lomos de la tenebrosidad de una noche grotescamente afrancesada entre burdeles y tabernas al más puro estilo de la «maison de tolérance» y que alarga unas sombras de personajes tan trágicos que llego a reírme con ellos y a verlos hasta cómicos. Es lo que tiene cuando cada palabra de la obra está llena de matices sarcásticos y deja al espectador que decida en una especie de «laissez faire bohemio», muy bohemio. Son dos, Max Estrella y Latino de Hispalis, que, como directores de una orquesta llamada Madrid, coordinan los tiempos de una noche madrileña y nos van presentando a los verdaderos artistas de la obra, variados y pintorescos personajes que nos reflejan sus más bajos instintos histriónicos en una etapa histórica que describe como muy degradada con la sociedad.

Agradezco, como no puede ser de otra manera, el interés de este pueblo torrevejense tan mimetizado en la cultura y el arte por nuestro teatro.

Para terminar, deseo, como siempre, que esta expectación generada sea del gusto final de todos, y estoy convencido de que todo este esfuerzo habrá merecido de nuevo la pena. Aceptamos, cómo no, aplausos a rabiar como animal de compañía, voces unánimes de agradecimientos a tantos meses de trabajo, bravos en su máxima intensidad sonora, ramos de flores y prendas varias que cubran el escenario desde el proscenio hasta el fondo y telón de boca.

Señoras y señores, ñoras y ñores, con todos ustedes... Luces de Bohemia.