Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 80 – Otoño 2025
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Diario de un viajero: la huerta de Almoradí como paisaje cultural de la Vega Baja del Segura

 

Miguel Ángel López Andújar · @miguelandujar

Graduado en Turismo (UM)

Experto Profesional en Tecnologías Avanzadas para la Difusión y Puesta en Valor del Patrimonio Cultural (UNED)

Experto Universitario en Dirección y Gestión de Redes Sociales en la Empresa (UA)

 

La Vega Baja del Segura conserva uno de los paisajes culturales más singulares del Mediterráneo: la huerta tradicional. En torno al río Segura, el agua y el trabajo humano han configurado durante siglos un agrosistema complejo, que combina agricultura, biodiversidad y patrimonio hidráulico. En Almoradí, corazón de esta huerta, todavía es posible descubrir los vestigios de ese legado y recorrerlo con la calma que propone el turismo slow.

Más allá de su valor productivo, la huerta es identidad, memoria y refugio natural. Su conservación supone un reto para el presente y una oportunidad para el futuro.


La Vega Baja del río Segura es uno de los mayores y más complejos agrosistemas de la vertiente mediterránea. ¹

El agua ha sido siempre el motor de este paisaje. El Azud de Alfeitamí, palabra de origen árabe que significa «presa», constituye el kilómetro cero del riego tradicional. Desde aquí parten las dos «acequias mayores», que distribuyen el agua hacia parcelas y bancales, dando vida a la huerta.

El sistema se completa con los azarbes, encargados de recoger y devolver al río las aguas sobrantes, generando un doble ciclo de aprovechamiento. Esta «arquitectura del agua» se encuentra bajo la tutela del Juzgado de Aguas del Azud de Alfeitamí, cuyas ordenanzas de 1794 siguen vigentes. En ellas se recoge un argot huertano que forma parte del patrimonio etnográfico de la comarca, así como una medida, la tahúlla, unidad tradicional de la huerta, equivalente a 1.185 m2.

El paisaje de la huerta se organiza en pequeñas parcelas, conocidas como bancales y huertos, y se riega mediante el sistema tradicional «a manta», herencia de la ingeniería hidráulica árabe. A través de compuertas y paradas, y con un riguroso sistema de turnos de riego o «entandes», controlado por el Juzgado de Aguas, los agricultores deben adaptarse al horario establecido, aunque les toque regar de noche o en festivo.

Algunos cultivos forman parte de su identidad. Los más representativos son:

Alcachofa (Cynara scolymus), producto estrella de la Vega Baja, con un fuerte valor gastronómico y turístico.

Naranjo dulce (Citrus sinensis) y limonero (Citrus limon), que perfuman el paisaje y han sido históricamente motor económico de la comarca.

Patata (Solanum tuberosum), la variedad que más se planta en la zona es la Spunta, conocida como «patata nueva» o del terreno.


 

La huerta de Almoradí no es únicamente un espacio agrícola: constituye también un ecosistema de gran biodiversidad. La combinación de cultivos, azarbes y sotos del río proporciona hábitat a numerosas especies.

Entre las aves más representativas se encuentran: la abubilla (Upupa epops), el mirlo común (Turdus merula), el morito (Plegadis falcinellus), el cernícalo vulgar (Falco tinnunculus), el jilguero europeo (Carduelis carduelis) y la garcilla bueyera (Bubulcus ibis). Sus cantos y vuelos acompañan al caminante y muestran la estrecha relación entre agricultura y naturaleza, generando todo un recurso turístico como es la observación de aves o birdwatching.


 

Hoy es posible recorrer la huerta de Almoradí mediante diferentes rutas temáticas:

Ruta del Agua, que permite conocer el azud, las acequias y la arquitectura hidráulica.

Ruta de las Veredas, por los caminos rurales que atraviesan bancales y pedanías.

Ruta de los Sotos del Río Segura, donde la naturaleza fluvial se mezcla con cultivos y carrizales.

Estas experiencias encajan en la filosofía del turismo slow: caminar sin prisa, escuchar el rumor del agua, observar un ave posada en la acequia o detenerse a charlar con un agricultor. La fotografía se convierte aquí en una herramienta para la contemplación y la memoria.


 

La huerta de Almoradí es mucho más que un espacio productivo: es patrimonio cultural. Su compleja red hidráulica, sus cultivos, su biodiversidad y su argot huertano conforman un legado que merece ser salvaguardado.

El viajero que recorre estas tierras sin prisa, cámara en mano, comprende que preservar la huerta es preservar también nuestra identidad.

La huerta nos enseña que lo cotidiano y lo cercano, a menudo olvidado, puede convertirse en uno de los destinos más valiosos de nuestro patrimonio compartido.


¹ Canales, G., et al. (2020): La Vega Baja del Río Segura como agrosistema mediterráneo. Fotos del autor.