Cuando ya sea viejo

A mis hijos Sergio y Pablo

Llegará el día, cuando ya sea viejo,

que quizá no te recuerde,

que tal vez no sepa quién eres.

Cuando llegue ese día,

ten paciencia si no hago lo que me pides,

si cometo errores o si te provoco un enfado.

Han pasado los años y aquel niño

que jugaba, reía y corría bajo mi atenta mirada

se ha convertido en un hombre.

Vivimos nuestra vida,

pasamos por buenos momentos y por otros no tan buenos,

pero estuvimos siempre unidos.

¿Recuerdas cuando hacíamos deporte juntos,

cuando viajábamos a lugares maravillosos?

¡Qué bonito fue!

Cuando llegue el día en que ya sea viejo

y esos recuerdos hayan huido de mí,

no te desesperes, regresa al pasado

y recuerda, tú que sí podrás, esos momentos vividos.

Cuando llegue el día en que ya sea viejo

y no sepa quién soy, ni sepa quién eres tú,

coge mi mano, llévala junto a tu corazón

y tal vez reconozca los latidos que me hicieron soñar,

que me hicieron reír y que me hicieron vivir.

Cuando llegue el día en que ya sea viejo

y te cuente historias que has oído mil veces,

ten paciencia, porque yo creeré que es la primera vez.

Cuando llegue el día en que ya sea viejo

y no sienta las emociones,

no creas que he dejado de quererte.

Es que no podré expresarlas.

Cuando llegue el día en que ya sea viejo

y necesite tu hombro para poder caminar,

piensa en la ironía de la vida;

¡ahora el niño soy yo!

Hoy, cuando aún no soy muy viejo

y pienso en todo esto, el futuro me sobrecoge,

pero la felicidad me embarga

y quiero seguir viviendo sabiendo quién eres,

conociéndote y queriéndote como siempre te he querido.