La casa de Trina en Larache

Una puerta, una ventana,

unas persianas cerradas.

¿Quién llamará a la puerta?

¿Quién se asomará a esas ventanas?

¿Quién abrirá las persianas?

Esas paredes abandonadas nos hablan,

nos dicen muchas cosas:

«aquí vivió la poesía»,

«una mujer buscaba las palabras

y las encontraba»,

¡era a Dios a quien llamaba!

Dinos algo, Trina, cuéntanos

la historia de esa casa

para darle vida a su fachada,

los pasos que dabas cada día:

camino del Ayuntamiento por la mañana,

por la tarde, el paseo por el Balcón del Atlántico,

y por la noche: los versos,

los mensajes, los amigos que surgieron

al eco de tu llamada.

Verías a la gente pasar,

te asomabas alguna vez a esa ventana,

mientras tu madre cuidaba la comida

y pensaba: «Esta hija, con sus sueños

y sus versos, ¡qué imaginación!

Si la vieran en Torrevieja, en la casa de mis primos».

Vivíamos en una casa muy grande de nuestros abuelos —me contaba su prima María, esposa de Bonifacio Balaguer—, creo que había diez habitaciones y un patio grande como un teatro. Los años de Torrevieja fueron para Trina de mucha felicidad de estar entre sus primos. Creo que en Torrevieja ya empezó ella a ser poeta…

Trina sueña con los versos,

cerca del mar: un alma solitaria

que busca a alguien que alcance

sus inquietudes:

«¡Madre!, ese joven (¡tan guapo!) que ha venido de juez

ha leído mis poemas y dice que le han gustado...».