Al Hombre del Mar

Descansa erguido solo y pensativo,

se pierde la mirada hacia lo lejos,

y piensan los turistas que está vivo

y el mar quiere surcar con los vencejos.

¡Secretos que sabrá de Torrevieja...!

¡Barquillas que habrá visto sucumbir...!

No saben que existió, ni de esa vieja

historia triste que hubo de vivir.

Marchando va, va pálido, va muerto;

regresa de almorzar en el casino,

cosiendo está el arrastre por el puerto

el vástago azul de su vecino.

El mar revuelto está, la lluvia acecha,

la atmósfera no es ya una flor de lis,

prendió el trueno Neptuno con la mecha

del rayo plateado al cielo gris.

Cantando están las sílfides ignotas,

de bronce se ha quedado, ya se ha ido

el alma azul, su rastro, las gaviotas,

por la mar su barquilla han perseguido.

Descansa, Hombre del Mar, éste es el Templo

del Cielo, es el naufragio, y cantan «¡ven!»

las ninfas habaneras al ejemplo

del hombre marinero en este edén.