Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 80 – Otoño 2025
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Dorada luz de otoño

 

Paseo por la playa en este rojo atardecer de otoño y escucho el sonido de las olas al romper en la arena. Esta soledad y este silencio traen a mi memoria un tiempo ya lejano en que la vida estaba rodeada de esas pequeñas o quizá grandes cosas: familia y cariño. Sin abundancia, pero también sin escasez, todo iba bien, todo estaba bien, todo fluía como tenía que fluir. Hasta que estalló aquella gran tormenta y todo se llenó de oscuridad, espesa niebla, ruido de lluvia y truenos. Después, silencio; y con el silencio, apareció la luz.

El sol poniente proyecta sus dorados reflejos en el agua en calma. Y mis recuerdos, en esta hermosa tarde, desean centrarse en el tiempo de la luz. Pasada una mala experiencia, se siente un gran aprecio por lo que se tenía: no se valoraba demasiado y ya se valora para siempre.

Hubo un tiempo en que las calles eran tranquilas, casi no circulaban coches, apenas algún carro o bicicleta. Por lo tanto, había silencio. Se escuchaban canciones en la radio y también las personas cantaban mientras realizaban sus trabajos, sobre todo las mujeres cuando limpiaban o cocinaban.

Las puertas solían estar abiertas.

Los vecinos hablaban entre sí y de todo. Eran como una familia.

Cuando llegaba la Navidad, que llegaba apenas unos días antes, por el 21 de diciembre —no como ahora, que a finales de noviembre ya empezamos—, los hornos se llenaban de mujeres para amasar sus mantecados, toñas, almendrados... Salían a la calle con sus llandas y el aire se llenaba de olor a tortas recién horneadas.

No había ningún peligro para que los niños jugaran en calles y plazas a lo que quisieran. La calle era un lugar bastante seguro.

Ir al cine también era algo muy común. Había muchos cines, con programa doble. Tampoco pasaba nada porque se hiciera tarde.

Se han ganado muchas cosas en esta España «recién pintada», pero hay otras que no volverán.

A pesar de los fuertes vientos de la sociedad de consumo, el ruido, las nuevas tecnologías, los grandes edificios de vecinos donde nadie conoce a nadie, sigo apreciando todo aquello, procurando mantenerme, dentro de lo posible, en aquella sencillez.

Pero lo más importante que ocurrió cuando pasó la tormenta es que la luz trajo consigo el cariño, la familia, la amistad. Esas cosas se habían perdido entre la niebla y se encontraron para siempre.