Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 80 – Otoño 2025
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

Del libro inédito La ventana del hospital (septiembre de 2025)

 

La ventana del hospital 

encendida de madrugada. 

 

Por los blancos pasillos,

el dolor, oculto

detrás de las puertas entornadas. 

  

La noche se hace eterna,

rotas las manecillas

de los relojes del sueño.

 

Y al fondo del pasillo,  

un gran ventanal

desde el que se divisa

el río Tormes escondido entre los álamos. 

 

Amanece. 

  

Cuando un dios marcó tu destino,

ese no era dios,

era un fantasma de tu imaginación. 

 

Dios no tiene corazón. 

No le pidas nada a ese dios,

porque ese dios lo da todo

y al mismo tiempo te olvida.

 

No le pidas nada a ningún dios. 

Dios es como una fuente  

que mana agua que nunca se agota. 

Pero dios no es el agua, es la fuente.

 

Es como la tarde y el río, 

como la arboleda  

que permanece inmóvil 

cuando tú no la contemplas. 


Como el amanecer 

después de la noche. 

Como las golondrinas en el aire 

que anuncian la primavera. 

Como los narcisos debajo del castaño.   

 

Como la luz de tu mirada. 

  

Lo esperas todo de dios

pero siempre hay una bala

en la recámara 

que podía atravesarte el corazón. 


Cuando te golpea la desgracia, 

el mundo permanece inmóvil. 

Y dios guarda silencio. 

Es como un nudo en tu pecho 

que te encoge el corazón. 

 

La verdad levanta el velo. 

  

La ventana de tu habitación 

palidece con la claridad  

de la madrugada. 

 

El dolor es un pájaro negro 

que duerme debajo de tu almohada. 

 

Arriba, en las terrazas,

sin que nadie la espere,

la luz de la mañana. 

 

Con los cielos desteñidos  

en el cristal de tu ventana. 

La melancolía en tus ojos.

 

El día, siempre el día,

de nuevo en tu mirada. 

 

El río es el hilo del tiempo

en el paisaje, con el temblor de los álamos 

en la línea horizontal del amanecer. 

 

El rosa pálido de la aurora

en el fondo de tu alma.

Un rayo de sol en la habitación  

y una sonrisa en tu corazón. 

 

La luz del día viene, tan despacio...

que te deja sin palabras. 

Pausada la calma. 

El río, que acariciado por la brisa, 

tal como vino, se fue. 

 

No hay más fuerza para ti  

que la tierra que pisas. 

La fuerza que se lleva la corriente del río 

y flota en el temblor del atardecer. 

 

Tú estás ahí, en silencio, 

con la noche

a tus espaldas.