Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 80 – Otoño 2025
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

 

Correo del amor

Como decíamos ayer... Ayer, antes que decir cara decíamos faz. Sobre todo si decíamos en verso. «Cuando en la quieta noche, silenciosa / la luna en el espacio veo brillar, / me parece estar viendo en su ancho disco, / el contorno ovalado de tu faz». Son versos firmados por T. L. en un poema titulado Recuerdos, publicado en El Segura, semanario orcelitano, el uno de enero de 1878. La poesía se compone de cuatro estrofas. La citada es la tercera. La primera y segunda son también piropos: dorado cabello que recuerda al «rubio rayo del naciente sol». Boca sonriente como las corolas de abiertas amapolas. La cuarta estrofa, sin embargo, rompe cualquier romanticismo remembrando con gracia a la persona amada, el recuerdo más querido: «(...) el chocar de aquellas tres pesetas / que jugando a la brisca te gané».

Que en el pasado se utilicen los periódicos locales como correos del amor no parece infrecuente. Y que el público femenino importó a los periódicos locales es evidente. Ya lo señalamos cuando escribimos sobre la prensa en Villena. Un tal Aristarco, en el ejemplar de La Revista de Alicante dedicado a Villena, ejemplar de quince de septiembre de 1907, presentaba al semanario villenense El Bordoño como «correo del amor» entre los jóvenes redactores y sus paisanas. Afortunadamente la publicación fue mucho más que una Celestina. Pero lo señalado por Aristarco no era, como hemos dicho, infrecuente. Como el interesar al público femenino.

Para 1869, en Alicante, El Pollo —nos lo cuenta Francisco Moreno Sáez— fue saludado por su colega El Correo como «periódico de literatura, redactado por jóvenes ilustrados, que hará fortuna entre el bello sexo». Ors Montenegro informa para Elche de un periódico denominado La Perla cuyo subtítulo dice: «Periódico Semanal dedicado al Sexo Bello». En julio de 1881, en Villena, La Esmeralda había publicado una disertación sobre la amistad con fuerte tono de homilía que en una de sus partes iba dirigida específicamente a las mujeres. En fin y en parte..., correo del amor y... del desamor. Porque también hay poemas que traen el dolor del amor frustrado.

«Te vi y te amé y desde entonces / que vivo siempre pensando, / esclavo de tus hechizos, / en dejar de ser tu esclavo» —arranca un poema anónimo publicado también en El Segura de Orihuela el ocho de enero de 1878. Un poema que continúa desesperado: «Quiero frenético, ansioso, / tu dulce aliento aspirando / con delirio el dulce almíbar, / gustar de tus dulces labios. / Quiero ver mía la dulzura / que atesoran tus encantos / y estrechar entre las mías, / de azúcar, tus blancas manos. / Quiero tu dulce sonrisa». Todo deseo para cerrar vencido con un: «Quiero... Pues quieres en vano, / que no se ha hecho la miel / para la boca del asno».

José María Sarget, igualmente en El Segura, en el número de dos de febrero de 1878, publica en redondillas y cuarteta final unos versos titulados A la mujer. Son piropos que por exagerados invitan a pensar que los inspira el humor. También la cuarteta final. Las últimas cinco estrofas dicen así: «Te amé con idolatría, / admiré tus gracias miles / y envidié tus quince abriles / empapados de ambrosía. // Vertí por ti, lo confieso, / lágrimas como avellanas, / tuve intenciones villanas / y llegué a perder el seso. // Soñé de noche y de día / con tus hechizos sin cuento / y todo mi pensamiento / en ti solo residía. // Pasa el tiempo y no se amengua / el fuego de mi pasión, / aún arde mi corazón / y hierve amor en mi lengua. // Aun siento muchas cosillas / por más que lucho y batallo; / y al verte, me dan cosquillas / y otras cosas... que me callo."

¡Hum! Ambrosía para decir manjar apreciado, digno de dioses. Ambrosía. Como decíamos ayer.




Reputado pintor 

Como decíamos ayer... Ayer, para decir experto decíamos reputado. Esto es, reconocido públicamente como experto en una profesión. Y de «reputado pintor» trata El Segura al paisano Joaquín Agrasot y Juan.

El semanario orcelitano, en su edición del sábado dieciséis de marzo de 1878, dedica uno de sus sueltos a recoger parte de un artículo publicado en El Constitucional de Alicante «en el número correspondiente al 18 de Febrero último» —sic— bajo el título EL ARTE EN NUESTRA PROVINCIA. Que periódicos locales fusilaran, citándolos o no, textos de otros periódicos de ámbito provincial y nacional, no era infrecuente. Incluso algunos echaban mano de prensa extranjera, limitándose a traducir bien textos enteros, bien retazos; normalmente de contenido científico o artístico y curiosidades.

Volviendo a El Constitucional, por lo que leemos, el periódico alicantino venía prestando atención a los trabajos de pintores levantinos, entre ellos a los del oriolano Agrasot. El ellos son: el alcoyano Antonio Gisbert, el valenciano Francisco Javier Amérigo, el alicantino Francisco Bushell y el también alcoyano Lorenzo Casanova. La parte seleccionada por El Segura, barriendo para la casa patria, es la parte que dedica El Constitucional a Agrasot, glosando una obra que acaba de pintar: «una verdadera perla del arte» —dice el periódico— adquirida por D. Arturo Salvetti, «un verdadero admirador de todo lo bello, como lo demuestra la protección con que procura fomentar todo lo que se relaciona con las Bellas Artes».

Según El Constitucional, el cuadro «representa un halconero de la Edad Media, sentado sobre la pilastra de una escalinata de piedra que da a un jardín». A continuación valora la corrección del dibujo, pero destaca sobre todo «la expresión y la vida» que transmite la figura principal, «por la verdad de los ropajes en que de una manera tan distinta nos presenta la seda, el terciopelo y el ante; por el bellísimo colorido, y sobre todo por la luz, el celaje, la perspectiva y el ambiente del cuadro, que le colocan a la altura de las más perfectas creaciones del arte».

La reseña también valora el tratamiento minucioso de los detalles consiguiendo, lejos del amaneramiento, «un paisaje lleno de movimiento y vida». Finalmente, el periódico alicantino muestra su satisfacción por contar en la provincia con pintores de la talla de Gisbert y Agrasot, confiando que en el futuro otros, muchos más, alcanzarán distinción.

No obstante los elogios efusivos del periódico alicantino, a principios de los setenta del pasado siglo, el profesor Adrián Espí citaba el cuadro El halconero de Joaquín Agrasot calificándolo de «cuadro menor» que el pintor había presentado, junto con otros, en la muestra provincial de Alicante de 1879. Por ello el estudioso, sin más información que la de la muestra, lo databa alrededor de 1879.

De fecha posterior —circa 1885— se conoce otra obra, igualmente de carácter historicista y de Lorenzo Casanova, titulada también El halconero. Óleo que adornó el Casino de Alicante y que fue adquirido por la Diputación Provincial para su restauración y colección del MUBAG. Aquí el halconero, sobre pared lisa de fondo, aparece de pie extendiendo el brazo izquierdo hacia arriba, brazo sobre el que posa el halcón. Todo potenciando la majestuosa verticalidad del lienzo.

Cuando El Segura cierra la nota copiada de El Constitucional, orgulloso desde el paisanaje por lo publicado en el diario liberal alicantino, se pregunta qué puede agregar a lo dicho. Nada. Salvo felicitar al «querido paisano, el reputado pintor Sr. Agrasot, y recordarle que Orihuela, siempre amante y cariñosa, tiene siempre en su mente un recuerdo y en su alma raudales de amor para sus nobles hijos».

Reputado, raudales... Como decíamos ayer.




A perro flaco... 

Como decíamos ayer, ayer para decir calamidad acaecida sobre los desvalidos, sobre aquellos que por lo común lo pasan mal, decíamos con refrán: «A perro flaco, todo son pulgas». Calamidad sobre calamidad. Y por otro lado decíamos enfermedad variolosa para decir viruela. Y la viruela era calamidad que, aun afectando a ricos y pobres, tardíamente se cebaba más con los pobres.

En la sección «VARIEDADES» del semanario orcelitano El Segura, en su edición del domingo veinticuatro de marzo de 1878, se informa de que «según datos oficiales, resulta que, las defunciones ocurridas a consecuencia de la enfermedad variolosa durante los meses de Enero, Febrero y primeros veinte días del actual, ascienden a la cifra de 69, habiendo tenido lugar la mayor parte en el arrabal Roig».

A continuación, la redacción del periódico exige como deber el imponer la vacunación del vecindario en Orihuela. Al respecto pide celo a las autoridades considerando fundamental la salud pública, especialmente a partir de los meses venideros «que tan a propósito son para el desarrollo de las enfermedades endémicas y epidémicas».

En 1878, en España en particular y en el mundo en general, la viruela era todavía común. Que sepamos, en España lo será hasta 1948. Los programas de vacunación nacionales no serán hasta la década de 1920. A principios de 1878 la viruela tuvo una importante incidencia en algunas regiones del país.

Enfermedad muy contagiosa, la infección se produce tanto por vía directa, de persona a persona, como por vía indirecta, a través de objetos contaminados. Los síntomas son fiebre —que puede llegar a ser muy alta, hasta cuarenta grados—, náuseas y dolor de cabeza y espalda. Al cabo de unos días, entre dos y cuatro, se evidencia con la aparición de unas manchas rojas en la lengua y boca, rostro y extremidades, surgiendo definitivamente vesículas por todo el cuerpo que, de sobrevivir el paciente, le dejan señales permanentes. Será el médico inglés Edward Jenner quien a finales del siglo XVIII descubra la vacuna antivariólica a partir de material infectado extraído de pústulas de animales. Jenner había observado que las campesinas que cuidaban vacas no padecían la enfermedad sino de manera leve al haberse contagiado de la viruela bovina, quedando inmunes a la viruela más grave. Así, infectando con la viruela bovina a la persona... Y claro: procediendo de la vaca, vacuna.

En Orihuela, la autoridad municipal pronto atenderá la demanda del semanario. En el siguiente número, el publicado el lunes primero de abril, en la misma sección de «VARIEDADES» se da cuenta de ello: «Se nos dice: / En el ayuntamiento se vienen efectuando las operaciones de vacunación». Pero... Pero el semanario se queja. Se queja porque la labor se ha encargado a un barbero. Cosa que no es de extrañar porque en aquella época los barberos lo mismo rasuraban una barba, cortaban el pelo que sacaban una muela, realizaban sangrías, aplicaban ventosas, vendaban úlceras o realizaban operaciones quirúrgicas sencillas. A pesar de esto, los de El Segura, mirando con ojos de progreso como era común en las redacciones periodísticas de entonces, se quejan, exigiendo que el responsable de las vacunaciones tuviera mayor titulación: «Y decimos: —¿Quién es el profesor encargado de ejecutar estas operaciones? ¿Un licenciado o doctor en medicina y cirugía? —No, señor. —¿Acaso un ministrante? —Tampoco. —¿Quién, entonces? —Un barbero. —Ahaaaaaa...».

Sí, han dicho «ministrante». Han dicho «ministrante» para decir «practicante de un hospital» o para decir también, como decimos en estos siglos nuestros de siglas, ATS. «Ministrante», como decíamos ayer.