Revista Cultural Digital
ISSN: 1885-4524
Número 68 – Otoño 2022
Asociación Cultural Ars Creatio – Torrevieja

 

Soy una persona muy rara. Soy tan rara que hasta pido las cosas por favor, doy los buenos días y las gracias. Y es verdad, tengo muchas rarezas. Me molesta que la gente me empuje, para ocupar mi espacio; me molesta que el patinete me obligue a esquivarlo, para no ser arrollada; me molesta que el coche acelere, cuando voy a cruzar; me molesta el aullido agudo de la niña, que quiere que notemos su presencia. Y soy tan rara que guardo la cola, me molesta que se me cuelen.

Seguro que se notan mis rarezas. Debo de tener una cara de bruja endemoniada... a juzgar por el silencio que ayer guardó el papa del nene, cuando le contesté a su encaramiento.

Hacía un día precioso, de finales de temporada estival, y quería aprovechar los últimos baños de mar. Cuando terminé mi baño, fui al lavapiés a quitarme la arena y guardé la cola. ¡Por fin era mi turno! Pero de repente, se había colocado delante de mí un niño redondo, de tanto sofá. No digo gordo para describirlo, porque no está permitido, es discriminatorio —aunque sí está permitido escupir y pisotear las fotos del Rey, porque eso es «libertad de expresión»—. Hay niños que, cuando les pillas en una travesura, te sonríen con simpatía y la aceptas. Pero este nene era desagradable. Y claro, yo, que soy tan rara, no le dejé colarse. Le toqué con el índice suavemente la espalda y le dije: «La cola está detrás de mí». El nene me fulminó con la mirada, pero se fue a la cola.

Regresaba a mi casa y a mitad de la calle oí a un señor que llamaba: «Señora, señora», en un tono hiriente. Pensé: «¿Qué ha debido de pasar para que ese señor llame de esa forma?». Seguí mi camino. La voz se hizo más hiriente y más cercana. Me volví. El señor, que estaba ya a mi lado, se subió a la acera, para intimidarme, y me gritó amenazante: «¡Señora, ¿por qué ha pegado usted a mi hijo?». Pensé que me confundía con otra persona y le pregunté: «¿Yo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿A quién? Yo no he pegado a nadie». Él me contestó: «Pues mi hijo dice que usted le ha pegado». Volví a preguntarle: «¿Yo? ¿Quién es su hijo?» Él me señaló al nene redondo, que estaba a su lado con la cabeza levantada, endiosado. Me dirigí al redondo: «A ver, nene, ¿yo te he pegado o te he dicho que la cola estaba detrás de mí, porque querías colarte?». Él balbuceó: «Sí, no, bueno...», y bajó la cabeza como toro hundido. Me dirigí al enorgullecido padre: «Señor, si usted educara a su hijo, no lo tendría que hacer yo». Él se quedó sin réplica y yo seguí mi camino, con mis rarezas.