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Exaltamos sus mentes infantiles
con ridículos cuentos de princesas,
sin mostrarles la hez de las realezas,
de los gordos con renos y los Santas.
Les hacemos creer que el bien son cosas
que te vienen por ser muy obediente,
y queremos que luego sean valientes,
luchadores, creativos, gente franca.
Licuamos con cariño su cerebro
hecho de libertad, luz y esperanza,
metiéndoles bazofias atrofiantes,
temibles mitos, inaguantables magias.
Configuramos credos, fantasías,
con los hierros de nuestra cárcel vieja,
y manejando ilusos la certeza
de que así apuntalamos su valía.
Un mañana que, al tiempo, destrozamos,
cargándonos lo bueno, bello y cierto,
del mundo natural de fuera y dentro,
la gloria y manantial de lo creado.
Estamos ya tan yertos, tan dormidos,
que vestimos de plástico los cuerpos,
los besos, las ideas, los proyectos,
la amistad, el planeta, lo sabido.
Cabalgatas absurdas de mentiras,
becerro de diamantes glamouroso,
que se yergue tiránico y baboso,
con olor a perfume y cobardía.
31 diciembre 2013
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