Decir... sí, decir no cuesta.
Pensar..., ¿para qué pensar?
Mucho se habla del respeto
pero ¿quién sabe respetar?
Hablando de respetar,
¿a quién le toca opinar?
¿A quién le asiste la razón?
Discernimiento... Raciocinio...
Bueno saber sería
si usáramos estos medios,
¿qué se podría perder?
¿Quizás un poco de tiempo?
¿Acaso una guerra menos?
¿Qué es lo que impulsa al hombre?
¿Qué es lo que mueve a su ser?
¡Hablamos de grandes guerras!
¿Y las guerras cotidianas?...
En la casa, en la oficina, en la calle,
en el mercado, en el colegio...
¿Es que el hombre necesita
siempre tener un conflicto
para sentirse un ser vivo?
Puede que quiera aturdirse
para no reflexionar,
pues tanto es su belicismo
que arribó a la conclusión
de que la «vida», el “«existir»,
no tienen razón de ser,
si botín, trofeo o gloria
no hay por conquistar.
Y es de nunca acabar,
Caín y Abel son los amos
cautivos en nuestra esencia.
Esta historia no tendrá fin
si de una vez y por siempre
ese amor, que está latente
rodeado por tanta bruma,
erupcione cual volcán
y derrame sobre el mundo
aguas de Fe y Esperanza
que inunden de Luz y Paz... |