Despierto, nace un nuevo día,
los sentimientos me embargan,
los recuerdos me abruman,
¡veo una luz de esperanza!
El sol vuelve a lucir,
alumbra campos de luz
y mares de ilusión,
ilumina calles, parques y plazas,
mas... ¿dónde están los hombres,
las mujeres y los niños?
Todo es tristeza y soledad,
hay miedo en las gentes,
¿qué es lo que pasa?
Me dicen que el mundo llora,
que los niños ya no ríen,
que los pájaros ya no cantan,
que los hombres cabizbajos
se preguntan: ¿hasta cuándo?
Nadie habla.
Pero el sol ha encendido
corazones de buenas almas:
sanitarios y soldados,
bomberos y fuerzas de seguridad,
voluntarios y gentes anónimas
que trabajan y que luchan
sin un momento de calma.
Ellos han estado ahí, están
y van a seguir estando,
batallando en una lucha sin cuartel
porque su corazón se lo ordena,
que es quien de verdad les manda.
La sonrisa de un anciano,
la mirada agradecida
y el aplauso de las gentes
es el salario que cobran
en pago de sus desvelos,
y a veces... de sus desesperanzas.
No les abandonan las fuerzas,
no les deprimen las faltas,
lo suplen con bizarría,
pero en ocasiones...,
también se les derrama una lágrima.
Su vocación, irreprochable.
Su valor, demostrado.
Su responsabilidad, heroica.
Su generosidad, caballeresca.
Y ¿sabrá el sol lo que ilumina?
¿Sabrá que cada día que aparece
enciende una nueva ilusión?
¿Sabrá acaso que estos nuevos quijotes,
sin lanza en astillero ni galgo corredor,
persiguen, al igual que el ilustre manchego,
socorrer al desfavorecido, ayudar al necesitado
de manera humilde y callada
sintiendo la satisfacción
que atiza su orgullo y su honor?
Habéis logrado con vuestro esfuerzo
que los hombres, las mujeres y los niños
vuelvan a sentir el calor del sol,
vuelvan a sonreír y a soñar con un futuro.
Sólo queda el deseo de que pronto
podamos estrechar vuestras manos,
sentir el placer de un beso,
que podamos abrazaros
y que podamos agradeceros
lo mucho y bueno que habéis dado.
Torrevieja, 27 de diciembre de 2020
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